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En un episodio del pódcast Beautiful and Bothered entrevistaron a las creadoras de contenido The Lipstick Lesbians. El episodio discute distintos ángulos de lo que implica la creación de contenido queer. También habla de los retos cuando se publica la vida íntima de pareja y cuáles son precisamente esos límites entre lo público y lo privado. El momento del episodio que más me gustó fue cuando se discutió el tema de sanar lo femenino. Las entrevistadas estaban comentando cómo de alguna manera quienes producen contenido para audiencias queer ayudan a sanar a las audiencias que históricamente han tenido poca representación en medios.
Pero no es solo sanar a las audiencias LGBTI+. Las creadoras de contenido hicieron énfasis en sanar lo femenino en específico. En ese momento Johnny, uno de los entrevistadores, dijo que para él este asunto fue revelador cuando era muy joven, como a sus 12 años, cuando desde su experiencia como hombre gay se dio cuenta de que “la gente no es homofóbica” en la acepción general de la palabra. “La gente no odia a los hombres gais, la gente odia la feminidad, odian a las mujeres”. “Todas las cosas por las que se me está juzgando negativamente son por algún atributo femenino […] claro, y ese mismo juicio lo están trasladando a las mujeres que se expresan de esa manera femenina”, añadió.
El odio a lo femenino se evidencia en otros discursos similares. Johnny narró cómo para su amiga lesbiana muy masculina el juicio negativo era precisamente: “Cómo te atreves tú a entrar al mundo de lo masculino y presentarte a la gente de esa manera”. Y para los hombres gais es: “Quién eres tú que, habiendo nacido con el privilegio de ser hombre, decides desperdiciarlo”. En otras palabras, como lo resumió Alexis, una de las Lipstick Lesbians, “el problema es dividir el mundo en blanco y negro, y pretender que la gente se encasille en parámetros reducidos en donde unos están bien y otros están mal”.
El mes del orgullo LGBTI+ inició en los medios con el papa volviendo a insistir por segunda vez que “hay un aire de mariconeo en el seminario”. Una palabra que de por sí evoca algo femenino. Recordemos, además, que la primera vez que lo dijo —al parecer los mismos sacerdotes hombres filtraron el comentario— añadió despectivamente que “el chisme es cosa de mujeres”. Una afirmación que lleva años perpetuándose en el imaginario y en la que insisten desde los “bros de izquierda” hasta los “tan ilustrados” masones.
Por eso es especialmente triste que mientras los influenciadores queer buscan a diario sanar a una comunidad que constantemente es vilipendiada, en el país un grupo de crueles congresistas y lobistas cristianos buscan cómo seguir enfermándola. Con la falacia de salvar a unos niños, están dispuestos a maltratar a otros. Ayunos y exorcismos les parecen grandiosos con tal de que los hombres no asuman rasgos femeninos, ni las féminas se atrevan siquiera a un gesto masculino.
