Santos y la venta de la paz

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Yo creo que el problema no está en las cualidades de Santos a la hora de vender la paz sino en la intención misma de venderla. Desde su reelección el presidente ha seguido comunicando como si fuera un candidato: con el slogan de la paz. Pero la comunicación política de un candidato no puede ser la misma que la de un político en ejercicio. La gente ya no quiere promesas, quiere resultados y anunciar la paz no es la paz.

 

Además, seamos francos: Santos no fue reelegido ni por él mismo ni por la paz. Fue reelegido porque una gran parte del país le tenía miedo a un tercer mandato de Uribe; nada alinea como el terror. La paz sí, es llamativa, pero eso no es lo que vamos a alcanzar con los diálogos. Lo que ganamos es un acuerdo que, además de no ser definitivo, no nos exime de tener que seguir lidiando con todos los rezagos del conflicto.

 

La paz, entonces, no es sólo una promesa sino una promesa limitada. Es más, es una promesa de la que no queremos oír. Comunicar el proceso de paz es como comunicar un proceso de divorcio. Sabemos que en todo lo que firmemos algo perdemos y lo único que nos mantiene firmes es salir del lío de una vez.

 

Durante la guerra la comunicación es más fácil: lo que no es una amenaza es un triunfo. Pero en un proceso de paz todo suena a fracaso. En vez de intentar vender la paz quizá simplemente hay que  avanzarla sin anunciarla.