Mi semestre académico comenzó con el siguiente mensaje: “Lamento llegar tarde el primer día, pero hace un rato estallaron el vidrio del Transmilenio en el que iba. Estamos parados hasta que llegue la policía”. El texto lo escribió la monitora de uno de mis cursos. Por fortuna, el asunto no pasó a mayores. Sin embargo, llegó hacia el final de la clase; tuvo que desviarse al centro médico de la universidad porque el polvillo de vidrio que había aspirado le lastimó las vías respiratorias.
Como si fuera un vaticinio, mi ciclo académico continuó con mensajes similares: “(L)e escribo este correo para comentarle por qué no asistí esta...
Conoce más
