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Sobre la carta de Clara López

Catalina Uribe Rincón

11 de noviembre de 2015 - 09:00 p. m.

La revista Semana publicó hace unos días una carta de Clara López en la cual la excandidata a la Alcaldía de Bogotá cuestiona el trato discriminatorio y desigual que le dieron los medios de comunicación a su campaña.

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Allí no sólo hace referencia a un supuesto monopolio de las encuestas, sino que critica el tipo de interrogatorio que recibió por parte de ciertos periodistas. Más adelante afirma lo siguiente: “De periodistas y comunicadores pasaron a comportarse como actores políticos… Solo exijo igual trato para todos y todas”. Pero acaso, ¿en qué momento dejó de ser “el cuarto poder” un poder político?

Es verdad que varios de los candidatos, al igual que Clara, hacían parte de un partido con un pasado turbio que, si bien no los implicaba como individuos, sí manchaba su movimiento político. Es también evidente que varios medios se enfocaron en criticar las últimas tres administraciones de la izquierda haciendo énfasis en los escándalos de corrupción y en los problemas de gestión. Pero es difícil que hubiera sido de otra manera.

Los medios hacen parte de la historia y sus periodistas, que son personas, llevan 12 años cubriendo tres alcaldes asociados con el Polo Democrático. Con esto no estoy negando que los medios de comunicación puedan dejar la objetividad de lado. Lo que sucede es que la verdad en una campaña electoral puede tener una cara, o dos, o a veces muchas. Hay “verdades” que son ciertas siempre, otras nunca, y la mayoría sólo desde el ángulo desde el que se les aproxima.

La objetividad en los medios, al menos en este contexto, tiene que ver más con dar justicia. Es decir, y en su sentido más clásico, dar a cada quien lo que le corresponde. En ese sentido los periodistas deben presionar más a quienes más están bajo sospecha que a quienes no. Por el momento histórico de las elecciones, el Polo estaba bajo la lupa. Esto no se traduce en mala fe por parte de los periodistas. Al contrario, tal sesgo hace parte de la “democracia pujante” a la que alude López.

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