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Sobre la incoherencia de Uribe

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Catalina Uribe Rincón
07 de enero de 2016 - 02:00 a. m.
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A raíz de la columna de Yohir Akerman en El Espectador surgió nuevamente el debate sobre el cambio de opinión del expresidente Uribe con respecto al indulto de guerrilleros.

Se volvió a discutir lo raro que suena que en 1992 Uribe estuviese de acuerdo con el perdón a los integrante del M-19, incluyendo la sangrienta toma del Palacio, pero que ahora condene las penas alternativas que pueden llegar a tener los miembros de las Farc. La oficina del hoy senador reaccionó inmediatamente diciendo no sólo que el momento histórico era distinto, sino que el cambio de parecer obedece a una previa experiencia con el M-19.

Con todo lo que me opongo a varias ideas del senador Uribe, creo que en esta respuesta tiene algo de razón. No en el contenido, pues no quiero entrar a discutir la viabilidad de las penas alternativas en el proceso de paz, sino en la forma de argumentación. Reconocer que existen cambios en el manera de pensar en el transcurso de una carrera política no debería ser motivo de vergüenza ni mucho menos de condena, es por el contrario un reflejo de madurez.

Sócrates es el culpable de nuestra aversión al cambio. No sólo atacó la retórica, sino que consolidó la idea de la autonomía individual que va acompañada de una supuesta identidad coherente. La retórica que tanto amaron los romanos y que le valieron por siglos de imperio se asoció entonces con lo femenino, con lo cambiante y con lo pasional. Por eso los políticos que la empleaban eran y siguen siendo pensados como “falsos” pues, en teoría, utilizan la palabra para cambiar de posición y defender la institucionalidad del momento.

¿Pero no es acaso más peligroso aferrarse a una individualidad política con el mero propósito de ser “coherente”? En un momento en donde los discursos radicales de odio y ultraderecha están tomando fuerza, debemos pensar qué tipo de políticos queremos. Y aunque ser fiel a los ideales y cumplir la palabra son asuntos fundamentales, ser autocrítico y cambiar de opinión son formas de también contribuir con la consecución de los valores democráticos.

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