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Ha causado indignación en ciertos sectores capitalinos que Enrique Peñalosa se haya rehusado a asistir al debate electoral para la Alcaldía de Bogotá organizado por Canal Capital. Las razones del candidato no distan mucho de otros políticos alrededor del mundo que, alegando razones de garantías, prefieren no exponerse al escrutinio de los periodistas. Peñalosa declaró en esta ocasión que este canal, cuando habla de él, “falta a la verdad”. Pero ¿de qué verdad está hablando Peñalosa?
Los debates electorales se han vuelto el eje central de quienes defienden una democracia deliberativa en donde cada ciudadano “racionalmente” y “conscientemente” toma una decisión sobre quién representa mejor sus intereses. Aunque ahora los consideramos “naturales” y hasta “necesarios”, lo cierto es que este fenómeno es relativamente nuevo en Latinoamérica. De hecho, fueron los estadounidenses quienes se inventaron el formato, junto a las transmisiones televisivas “en directo”. Lo revolucionario de lo “en vivo” es que convenció a la audiencia de que era más real que todo lo demás.
La trampa de este tipo de televisión, y en este caso de los debates presidenciales, es que perpetua la idea de que allí “se desnuda” al candidato, es decir, de que la gente lo puede evaluar por lo que realmente es. Hoy en día con Twitter, donde se comentan los debates “en tiempo real”, y con las plataformas que ayudan a verificar la información que da cada candidato, creemos que nuestro juicio es aún más correcto. Vivimos convencidos de que los debates nos van a dar una “verdad instantánea” y que son esenciales para las elecciones, entre otras, por aquello de que la realidad se entiende mejor con los hechos y los datos.
Sin embargo, una buena caricatura o narración pueden decir más de Peñalosa que su performance en el debate. En vez de seguirnos lamentando por encontrar “el verdadero candidato” en Canal Capital es mejor promover otras narrativas alternas que les den nuevas perspectivas a los electores. Al final del día, muchos quieren los debates no tanto para analizar las propuestas de los candidatos sino para ver cómo se visten, se atacan y se defienden en el “ring”. Es más, en sondeos realizados hace unos años la mayoría expresó que lo que estaba esperando ver era cómo ganaban y perdían los participantes.
