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Un paro a la comunicación de Uribe

Catalina Uribe Rincón

21 de mayo de 2021 - 10:00 p. m.

Todos conocemos los tres pilares de la estrategia de comunicación de Álvaro Uribe. Primero, encontrar algo o alguien contra quien definirse y hacia lo cual oponerse colectivamente. Segundo, ofrecer una frase breve, expresiva y fácil de recordar. Y, finalmente, tener hacia dónde arrojar el residuo de los errores para evitar el salpullido. En macro, esta estrategia llevó a la elección de Duque. El enemigo, el castrochavismo. El eslogan, “el que diga Uribe”. El residuo, ahora el mismo Duque. Y esto último da un poco de tristeza. No tanto por Duque sino por nosotros: cuando creíamos que su comunicación era tan tosca y nociva que no podíamos volver a caer en ella, la historia se nos repite, ya no en cañón sino en “balitas”.

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Miremos un caso micro. Hace unos días, Uribe tuiteó lo siguiente: “Grupo terrorista Eln en Jamundí, Valle… No repetir preferencia del terrorismo sobre las FF. AA., se sufren consecuencias”. Este mensaje venía con una foto donde figuraba la bandera del CRIC. El CRIC, sobra decir, no es el Eln. Uribe borró la foto y culpó a un asistente, pero ya había quedado el mensaje: CRIC y terrorismo, CRIC y guerrilla, CRIC terrorista. Y todos los medios y los enfurecidos como yo nos pusimos a hablar de él y del evento. Eco tras eco, tras eco, tras eco. Uribe, como siempre, en la agenda.

Entonces, ¿para qué vuelvo y le sirvo yo de plataforma? Justamente para señalar que su comunicación se ha refinado. Uribistas, de esos que supuestamente se telefonean con Uribe, dicen que no quiere salvar su partido, que el Centro Democrático ve su fin, que lo único que quiere es salvar a Colombia. ¿De quién? De Duque. Pero la historia ni comienza ni se acaba con el actual presidente. La historia más amplia, la que verdaderamente llevó al estallido, tiene muchos actores y múltiples causas. Una razón estructural ha sido la división del país en al menos dos facciones que asumen que la simple existencia de la otra los amenaza y los excluye.

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Lo que Uribe ha logrado entender muy bien es la dimensión eminentemente política de la comunicación. Y por política me refiero a la identificación de un grupo contra otro. Bueno, hay que decir que se requiere de un talento superior para lograr identificarse en oposición al presidente que él mismo hizo poner y que hasta ahora no “lo ha traicionado”. Esa, ciertamente, no es una voltereta cualquiera.

Lo que está pasando en estos días obedece no solo al mal manejo de Duque, sino a una cruel comunicación histórica de su partido. Una que, siguiendo los preceptos de su mentor, estigmatiza, hiere y divide. Frases tan pegajosas y odiosas como “el rayo homosexualizador”, “estudien, vagos”, “campesinos cocaleros”, “no estarían recogiendo café”, “retornen a sus resguardos”, “vándalos”, entre cientos de otras, les siguen diciendo a los colombianos que hay unos supuestos ciudadanos de bien y todos los demás son enemigos-criminales-zánganos, lo que hay que condenar e ignorar. La comunicación es lenguaje y en el lenguaje vivimos. Resistirse a ciertas formas perversas del lenguaje no es una mera cuestión de forma.

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