En días pasados el Herald Sun difundió una caricatura de Serena Williams que hace referencia al altercado que tuvo la tenista con el árbitro en la final del Abierto de Estados Unidos. En la caricatura se observa a Williams con unas dimensiones descomunales, con unos labios gigantes y un pelo alborotado haciendo un berrinche agresivo mientras que el árbitro le pide a su contrincante, Naomi Osaka, quien posa muy civilizadamente, que la deje ganar. Valga aclarar que el caricaturista pinta a Osaka rubia —por eso de que la civilización solo puede ser rubia y delgada—pese a que ella es de descendencia haitiana y japonesa y mide 1,80.
Para resistir a las críticas e insistir en su línea editorial, el Herald Sun decidió reimprimir la caricatura junto a otras en las que se aprecian varios dibujos de personajes famosos con rasgos exagerados, entre ellos Donald Trump, sugiriendo que la burla es generalizada y es hacia cualquiera.
En Colombia, el caricaturista Vladdo defendió las facciones exageradas de Williams, y añadió igualmente que esa figura no difiere de muchas otras. Según Vladdo, el ataque a la caricatura es “el resultado de la hipersensibilidad que se percibe hoy en las redes sociales”. Pero ¿es el rebote que ha suscitado la caricatura de Williams la respuesta de una sensibilidad indebida o más bien un gesto de la creciente educación de las audiencias?
La mujer negra ha sufrido por partida doble, por mujer y por negra. Fue esclavizada, maltratada y violada. Fue tratada como incluso hoy nos aterra tratar a los animales. Y fue animalizada por argumentos que la caricatura en cuestión no denuncia sino resalta. La mujer negra fue ultrajada porque supuestamente sus rasgos no eran finos, su cuerpo era oscuro y abrupto, y su temperamento era variable como el de las bestias. El cuidado, la sutileza y la inteligencia con los que se debe denunciar el comportamiento de una mujer negra como Williams deben ser mayores que los que se requieren con un hombre blanco y privilegiado como Trump. El significado lo fija el contexto. Y aunque al humor se le pide justamente que rompa los contextos, se espera que lo haga en nombre de la justicia y la libertad y no a costa de ellas.
También le puede interesar: "Decomisar la dosis mínima: ¿Populismo o necesidad?"