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La necesidad de que gane Kamala Harris

Catalina Valencia

05 de agosto de 2024 - 09:13 a. m.

La violencia contra las mujeres en el ámbito político se manifiesta como un oscuro velo que busca desdibujar su valiosa participación en la esfera política y se presenta en múltiples formas, desde agresiones físicas y amenazas, hasta la difamación, el abuso sexual y el acoso en redes sociales, tiene un objetivo claro: socavar el papel, aporte y la capacidad de las mujeres para ejercer en la política, pretendiendo mantenerlas al margen del poder y perpetuar la desigualdad histórica.

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A pesar de haber dado pasos hacia la inclusión de la mujer en la política, Colombia aún enfrenta una realidad alarmante. Las estadísticas nos muestran un panorama inquietante: según un informe conjunto de ONU Mujeres y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 2020, el 44% de las mujeres políticas en Colombia ha experimentado algún tipo de violencia. De estas, el 28% ha recibido amenazas de muerte, el 15% ha sufrido agresiones físicas y el 10% ha sido víctima de violencia sexual.

Sin embargo, la violencia política no es un mal exclusivo de Latinoamérica. En EE. UU., Kamala Harris, la primera mujer de ascendencia afroamericana y surasiática en ocupar la vicepresidencia, ha sido objeto de ataques racistas y sexistas que reflejan la resistencia que enfrentan las mujeres en posiciones de liderazgo. Estos ataques son un recordatorio de que aún queda un largo camino en la construcción de una cultura que apoye la participación equitativa de todas las mujeres en la política.

Las consecuencias de la violencia política son devastadoras y van más allá de desincentivar la participación femenina: generan un desgaste emocional y psicológico que repercute en el bienestar de las mujeres y, en consecuencia, en la calidad de las decisiones que se toman en nuestras instituciones democráticas. La exclusión de mujeres talentosas empobrece no solo el debate político, sino también la representatividad que debería ser el pilar de cualquier democracia.

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El caso de Kamala Harris y el de muchas otras mujeres en el continente y el mundo son un llamado urgente a la acción. Es imperativo visibilizar y denunciar estos actos de violencia misógina y patriarcal que retarda la construcción de democracias inclusivas en las que se valore la diferencia y la paz. La lucha contra la violencia de género en la política es, en esencia, una lucha por la igualdad y la justicia social, un compromiso que debemos abrazar con valentía.

Ya empezaron los ataques de Trump contra Kamala Harris: esta semana la insultó afirmando se había identificado “como negra de repente”. El expresidente ya se quita la máscara y muestra, sin ambigüedades, su misoginia, su racismo. Su victoria es la muerte de los ideales que hicieron verdaderamente grande a los Estados Unidos. Kamala es la última opción para exorcizar al viejo demonio del fascismo.

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