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En la única militancia en la que he sido consecuente es en la causa de la cultura. Ese ha sido el objeto de mi vida. He intentado hacer pedagogía, acabar mitos, enseñar que cultura y arte no son lo mismo. No ha sido fácil.
Me viene a colación este pensamiento a propósito de la COP16, que arrancó en Cali por estos días y se centra en la biodiversidad y el cambio climático. Y es que, en temas estructurales de la agenda pública, la cultura siempre ha estado relegada a las fiestas y los eventos populares; es decir, a lo “bonito” y “lindo” de la sociedad. Cuando en realidad es en el relato cultural donde se estructura un sin número de prácticas que nos han llevado a la humanidad entera a llevar a cabo crímenes contra la Amazonia y a favor de la deforestación. “La Amazonia ha muerto, o al menos está cerca de”, dice la periodista brasileña Eliane Brum en su libro La Amazonia.
¿Por qué es importante la cultura en esta agenda? Una respuesta posible es porque temas tan gruesos como las transiciones del agua y de la energía o la descarbonización no son de fácil acceso a la sociedad, pues entender a fondo el impacto de estos temas merece una profundización que, en términos culturales y de comunicación pública, requiere mucha pedagogía y trabajo comunitario, pero también y, por qué no, romper la burbuja del nicho en espacios como estos, donde finalmente los que tienen incidencia y poder no tienen la oportunidad de juntarse con las comunidades, que son quienes, en el día a día, bregan con sus tragedias ambientales en los territorios.
La resiliencia, la resistencia de esas comunidades y esos activismos son quizás el espacio de la dignidad y de la potencia del cambio, ellos se convierten en la oportunidad de empujar una gran acción colectiva.
¿Por qué no nos juntamos todos en vez de fragmentar la conversación? ¿De qué nos sirve la división en pabellones de la sociedad civil y los grandes agentes en dos orillas distintas? Es allí donde en definitiva se junta la gran conversación cultural alrededor de la urgencia de los grandes acuerdos políticos, pero también sobre las acciones en el territorio que le dan todo el sentido a las acciones cotidianas que pueden incidir en que en el Amazonas no haya otro asesinato a un individuo arbóreo. Cierro recordando una exposición de hace unos años de un gran artista: “Descolonizar, democratizar y deselitizar”, de Max Jorge Hinderer Cruz.
