
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La semana pasada el presidente de Argentina promocionó la criptomoneda $Libra a través de sus redes sociales y en cuestión de horas las pérdidas de quienes creyeron que era una buena idea atender sus recomendaciones superaron los ochenta millones de dólares. La discusión política y judicial sobre este caso -que ya tiene alcance continental- tomará un buen tiempo, pero ante este hecho cierto hoy podemos decir que el gobierno libertario de Javier Milei tiene la economía argentina en problemas, y que sus actos como presidente favorecen intereses particulares; esos ochenta millones de dólares llegaron a algún bolsillo.
Desde hace un tiempo Javier Milei sobresale en el paisaje político latinoamericano, blandiendo la motosierra y gritando “zurdos de m…. “, con la promesa de romperlo todo -comenzando por el Estado y la política-. Se hizo presidente con el traje de chico malo, y ya veremos si su misión de salvar la economía por la vía dolorosa tiene algún resultado, pero no pinta bien por el impacto social de sus medidas que ya es inocultable, pero especialmente no pinta bien por la poca astucia que evidenció para esconder la mano invisible.
Menos estrambótico y quizá más efectivo ha sido Nayib Bukele en El Salvador. Su figura prolija -nunca una mala palabra ni una frase disonante, siempre bien vestido, siempre bien portado y con una familia ejemplar- exalta los valores conservadores latinoamericanos. Reelegido por mayoría, expone con orgullo su capacidad de garantizarle la seguridad a una sociedad acosada por las pandillas, pero lo que no cuenta es que se llevó por delante la justicia y los derechos humanos. Los detenidos en El Salvador se juzgan en colectivo: cientos de personas comparecen en simultánea y si hay pruebas contra uno, caen todos. En los buses intermunicipales, las requisas policiales incluyen la revisión de tatuajes a los hombres jóvenes.
En las cárceles salvadoreñas se hacen visitas guiadas a periodistas internacionales y se expone la forma como viven miles de personas, luces prendidas las veinticuatro horas, silencio sepulcral, la negación total de la humanidad. La verdad, si se compara esto con las condiciones materiales de las cárceles colombianas, no es fácil identificar qué es peor. La economía salvadoreña se mueve en buena parte gracias a las remesas que envían los migrantes a sus familias que dejaron en la patria, y ahora se promueven las cárceles como un nuevo producto de exportación que ya le ofrecieron a Estados Unidos como solución, por ejemplo, para los presos no estadounidenses que cuestan tanto.
En el ecosistema político colombiano se observan con atención e interés las figuras de Milei y Bukele, uno caótico y otro metódico, quienes sin duda han sido exitosos construyendo sus personajes políticos, tan diferentes en las formas y tan parecidos en el fondo. Sabemos que el amor entra por los ojos y el amor de los votantes radica en la simpatía que un político logre transmitir, pero me parece que les va a tocar esforzarse un poco más a quienes pretenden encarnar al Milei colombiano o al Bukele colombiano. En contraste, Claudia Sheinbaum crece todos los días.
