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Han pasado tres semanas desde que Trump asumió la presidencia de Estados Unidos y ya se aprecia el nuevo ritmo que este país le está imprimiendo a la política internacional. El anuncio de una ofensiva arancelaria –hoy en suspenso– contra México y Canadá donde la discusión no es necesariamente de balanza comercial sino más bien de narcotráfico y migración irregular. El interés de comprar Groenlandia, –sí, utilizando el término comprar–, que golpea a un aliado histórico y pone a toda la Unión Europea en alerta. La intención de recuperar el Canal de Panamá, alegando que en 1999 se lo entregaron a Panamá y no a los chinos, llegando al punto de decir que se había negociado la eliminación del cobro de tránsito a naves estadounidenses, hecho ya desmentido por el presidente Mulino. La exigencia a Ucrania de tierras raras –elemento clave para el desarrollo tecnológico– como compensación al apoyo militar, con consecuencias aún desconocidas que involucran a Rusia. La reunión con Netanyahu de donde salen a decirle al mundo, después del horror que el pueblo palestino ha vivido, que Israel le entregaría la Franja de Gaza a Estados Unidos y que los palestinos que aun sobreviven serían reubicados no se sabe dónde, para impulsar la reconstrucción inmobiliaria. La visita de reconocimiento a Maduro, de la que no se conocen detalles, pero donde se intuye que tiene que ver con el petróleo, pues el “drill, baby, drill” aplica más allá de las fronteras. Apenas ha dado puntadas sobre el grupo de los BRICS, pero ya sabemos que no le gusta para nada una nueva moneda ni un bypass al sistema SWIFT. Ha sacudido medio planeta, comenzando por su propio país, y apenas está comenzando.
En 1967 Guy Debord publicó La Sociedad del Espectáculo, un clásico de la economía política que nos cae como anillo al dedo para analizar el momento. La sociedad que describió Debord –cuando no podía siquiera imaginar los avances tecnológicos en materia de comunicaciones que tenemos hoy– es una donde las luchas espectaculares proporcionan ventaja en el ataque; donde el espectáculo es un instrumento de acción política sobre la esfera económica; donde se construyen deliberadamente las situaciones y las acciones a manera de juego de acontecimientos. En este espectáculo global, la migración tiene un rol estelar. Mientras Nayib Bukele le ofrece a Estados Unidos su Centro de Confinamiento del Terrorismo –CECOT– a manera de outsourcing para recluir migrantes en El Salvador, se alistan 30.000 cupos en la base de Guantánamo para continuar esa misma tarea; no podemos perder de vista que Meloni está mandando a Albania a migrantes irregulares que llegan a Italia, en una batalla jurídica y política de marca mayor. Es en ese contexto que Colombia interactúa con Estados Unidos a través de un choque argumentativo en defensa del migrante, con un objetivo de fondo que es el posicionamiento internacional ante las nuevas realidades de coyuntura. Aprendamos de México, donde el sector productivo rodeó sin titubeos a la presidenta Sheinbaum para darle palanca en su debate comercial con Estados Unidos, pues entienden que estamos en la sociedad del espectáculo.
