Las encuestas de hogares realizadas por el DANE vienen arrojando unos resultados que permiten concluir que Colombia vive una grave crisis social sobre la cual no hay suficiente conciencia. No solo se trata de la ya inaceptable realidad de tener hoy en el país el 72 % de la población bajo la línea de pobreza o con ingresos apenas levemente superiores a ella —42 % de pobres y 30 % vulnerables—, sino que tenemos una de las más altas tasas de desempleo de la región y un peso de inactividad cargado sobre las mujeres y los jóvenes. La nueva información agrava aún más esta realidad: El 30,6 % de los ocupados en 2020 no recibieron ni siquiera la mitad de un mínimo y el 51,1 % del total de ellos recibieron un mínimo o menos. Más aún, la probabilidad de ganar menos de medio salario mínimo es del 31,7 %.
Al panorama social lamentable e injusto se suma entonces una realidad que se ignora: somos un país de trabajadores pobres muy pobres. Pero lo más grave es que la propuesta de sectores empresariales frente a la crisis de empleo es que se reduzcan aún más los ingresos de la mano de obra. Eso propone Fenalco, el gremio de los comerciantes, sector de mayor generación de empleo en el país.
No han salido aún los resultados de la Misión de Empleo convocada por el gobierno Duque bajo la dirección de Santiago Levy. Si no parte de esta realidad y sigue con la fórmula ortodoxa de tratar el tema del empleo como si fuera un bien, es decir, bajar salarios para aumentar demanda de mano de obra, se habrá perdido una oportunidad de oro para abrir la discusión más importante que requiere esta sociedad. No es con limosnas como se resuelve la pobreza, porque la manera digna de obtener ingresos es trabajando. Lo grave, según la información disponible, es que aquellos que consiguen ocupación terminan con ingresos que no les permiten salir de su situación económica crítica.
Llegó la hora de entender la complejidad de la situación laboral de la población colombiana, que debe partir de admitir que tanto la política económica como la social son las responsables de esta situación, y reconocer que los análisis de las últimas décadas del mercado laboral han sido extremadamente simplistas. Mientras los sectores productivos no generen empleo como el petróleo, como sucede actualmente en Colombia, será imposible lograr la oferta de trabajo en la dimensión que se requiere. Pero además, mientras la política social genere inmensas brechas en términos de capital humano y la gran mayoría de los trabajadores obtengan educación, salud, nutrición y acceso a bienes y servicios básicos de mala calidad, no se ofrecerá el capital humano que el sector productivo requiere. Son estos problemas estructurales que lejos de resolverse se han agravado, porque se considera el trabajo simplemente como un costo para los empresarios que debe reducirse.
No en vano los premios nobel de Economía 2021 abordan el empleo y sus errores en los análisis que predominan. Por ejemplo, concluyen en una de sus investigaciones que el aumento del salario mínimo no provoca destrucción de empleo. A ver, economistas ortodoxos, ¿qué opinan? ¿O es que ustedes saben más que los nuevos nobel?
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