Pese a que falta más de un año para celebrar la elección presidencial, nos tienen tan agobiados con la continua publicación de encuestas con las preferencias de los votantes, que es inteligente preguntarse si las firmas dedicadas a ese ejercicio predictivo miden el favoritismo de los probables precandidatos a ocupar la Casa de Nariño –aunque inútilmente, pues estos todavía desconocen si podrán aspirar–; o si, por el contrario, lo que en realidad pretenden las encuestadoras es inducir ciertas candidaturas que les interesan a quienes les pagan por realizar esos sondeos. No es una inquietud novedosa, pero sí más perturbadora que en pasadas elecciones porque los grandes jugadores de los comicios del 2026 no serán, al menos en algunos casos, los señores y señoras que pondrán su cara en los tarjetones, sino sus dueños. Dueños, a su vez, del dinero con que, de manera descarada, le apuestan a ganar el premio grande de la Presidencia y con esta los enormes negocios que el Estado controla o decide. Imaginen ustedes la lotería que ganaría el conglomerado particular que pueda amplificar sus intereses comerciales, ya multimillonarios, con un Gobierno presidido por uno de sus empleados, obligado a devolverle los favores recibidos. Los consorcios industriales y financieros siempre han aportado a las campañas. Y así han asegurado unas buenas relaciones con el Ejecutivo futuro. Pero ahora, algunos billonarios osados han ido más allá: fabricaron su propio modelo, lo lanzaron sin desprenderse de su propiedad y pagan las encuestas para ponerlo, en el imaginario colectivo, en la punta de los competidores. La cosa parece democrática porque deshicieron unos contratos directos de subordinación. Sin embargo, esta permanece intacta porque la financiación sigue viva. Si su plan tiene éxito, sería la primera ocasión en que se privatizara la Presidencia de la República.
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Uno de los estudios electorales más recientes de la firma Invamer, ordenado por Caracol Noticias (TV) y por Blu Radio, incluyó a 27 “candidatos” con la pregunta: “si las elecciones a la presidencia se realizaran el próximo domingo, ¿por cuál candidato votaría usted?”. De forma sorprendente, no existe en la lista ningún aspirante real a la primera magistratura. Por tanto, no hay ningún “candidato” propiamente dicho. Si acaso, seis o siete, no más, han expresado su deseo de conseguir el respaldo de un partido o movimiento para concretar su intención electoral que todavía está en vilo. Los otros, como bien advirtió el director de uno de los dos medios contratantes, “[deben entenderse] en el contexto: muchos de esos 27 candidatos, en realidad, van a serlo para el Senado pero se lanzan para tener nivel de figuración…” (ver). De tal modo que los resultados presentados constituyen meras expectativas.
No sucede igual con otros sondeos menos abiertos, menos claros. En noviembre del año pasado, a solo unos días del retiro de quien fuera la directora de la revista Semana, los propietarios de ese medio le pagaron a la firma Centro Nacional de Consultoría (CNC) una encuesta en que ella –vaya sorpresa–, “lidera la intención de voto en una eventual consulta de la derecha”. Los demás medios, en particular los que se alinean con la derecha del país, replicaron “la noticia” sin formular ningún reparo ni añadir un pequeño análisis sobre el origen probablemente parcializado de la información. Jugadores electorales que figuran, desde hace años, en el campo político, legislativo y mediático de ese segmento ideológico, como Vargas Lleras, María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Miguel Uribe y David Luna quedaron rezagados en el estudio del CNC, tal como, supone uno sin mucho esfuerzo, lo preferían los contratantes del estudio (ver). Menos de 30 días después, en diciembre, la empresa Guarumo, conocida de autos duquistas, apareció con otra encuesta en que –nueva sorpresa– se reafirma que la candidata de Semana está en los primeros tres lugares y es la favorita de la derecha muy por encima de Vargas Lleras (ver). En enero, ese medio le pagó otro estudio al CNC en que, adivinen, volvió a ganar la candidata del conglomerado pero, en esta oportunidad, 16 puntos por encima de Vargas, a quien le otorgaron un premio de consolación: “el segundo de la derecha más votado” (ver). Y hace unos días, en marzo, la revista que está en poder de la familia más rica del país, según los que se dedican a sumar los bolsillos de los billonarios, contrató por tercera ocasión al CNC para repetirnos la dosis: encuesta encabezada por su subalterna (ver).
La fabricación de la “nueva figura de la derecha” va bien. Una cosa es cierta: los aspirantes presidenciales de esa facción política parecen muy envalentonados cuando enfrentan a sus contrarios; pero cómo se ven de mansitos y aturdidos a la hora de confrontar la maquinaria de su mismo bando que los aplasta y que terminará por sacarlos de la cancha.
Entre paréntesis. Por transparencia con los lectores, informo que en octubre de 2023 demandé a Semana y a su entonces directora. El proceso no ha concluido.