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La denuncia pública sobre supuestos actos ilegales de espionaje en contra de un miembro de la más alta corte del país, que este mismo reveló; la reunión urgente de la sala plena de la Constitucional con la fiscal general; el comunicado público de las demás cortes para solicitar protección extraordinaria a su integridad; el revuelo mediático y el descrédito, no solo del Gobierno, sino de toda la institucionalidad colombiana en el exterior por el escándalo que se produjo con las presuntas “chuzadas” oficiales a un togado de la rama judicial, no pueden pasar como si fuera un episodio de chismosos en un mercado popular, tal como parece que va a quedar esa historia truculenta. El magistrado Jorge Enrique Ibáñez, vicepresidente de la Corte Constitucional (lo que quiere decir que será el presidente de ese alto tribunal el próximo año), respetado por su academia pero, según indica su comportamiento, sin mucho desarrollo de su inteligencia emocional, fue quien armó el alboroto cuando, calculadamente, le dejó leer a un importante periodista con micrófono diario, un mensaje que él había escrito a todos sus contactos en WhatsApp a modo de advertencia no dubitativa sino bien afirmativa: “Me permito informar que este teléfono y este chat han sido intervenidos ilegalmente por los órganos de inteligencia del Estado” (ver).
Pocas horas después de la “bomba” radial, y con la creciente ola de rumores que produjo su mensaje acusador, Ibáñez o sus subalternos le entregaron al medio que representa la oposición política más encarnizada que existe en Colombia, la carta suscrita por él, que se suponía reservada. Ibáñez decía en esa misiva: “he llegado a la conclusión de que lamentablemente [la presunta interceptación de mis comunicaciones] obedece a operaciones de inteligencia oficial que se realizan sin autorización judicial…”. Así lo cuenta en excelente artículo periodístico, La Silla Vacía (ver). Pues bien, Ibáñez pasó, en cuestión de días, de la “condena” absoluta a sus presuntos “chuzadores”, a aclarar que “no tenemos elementos técnicos de juicio (…) sino simplemente indicios que nos permiten suponer (…) ciertas situaciones (…) en mi despacho con unos magistrados auxiliares”; a afirmar que “no soy víctima”; que “no he formulado ninguna denuncia penal” y que “no me voy a constituir en parte en ningún proceso judicial” (ver). La clásica “patrasiada” no produjo un nuevo escándalo. Quedó del tamaño inicial a pesar de que los colegas de Ibáñez, en la Constitucional se habrían molestado con él cuando su caso tomó un cariz poco serio, según el relato de La Silla Vacía.
Por si ya no fuera suficiente el enredo que creó el magistrado constitucional, que se supone imparcial, supimos que uno de sus más influyentes magistrados auxiliares, Francisco José Chaux Donado, ha sido operador político cercano a Iván Duque. El propio Ibáñez se posesionó ante Duque en octubre de 2020. El entonces presidente de la República celebró de manera lambona, su arribo al alto tribunal, vital para sus intereses (ver). Chaux Donado es tan docto como su jefe actual, pero tan político como su padre, Juan José Chaux Mosquera (qepd), exgobernador del Cauca y excongresista, quien murió después de ser acusado por la Corte Suprema de ser presunto jefe de un bloque paramilitar y facilitador de una reunión secreta de alias ‘Job’, enviado del narcoparajefe don Berna, con funcionarios de Uribe en la mismísima “Casa de Nari” (de Nariño) para tramar la forma de espiar a la Corte Suprema en época de ese gobierno. El hijo de Chaux Mosquera, Francisco José, ¿será uno de los magistrados auxiliares que, según Ibáñez, es espiado por la” inteligencia oficial”? ¡Vaya casualidad con la historia de su padre! Este Chaux fue asesor del ministerio del Interior (a solo un mes de la posesión de Duque) y, después, fue nombrado viceministro de esa cartera. Luego de un breve lapso, volvió a ese gobierno como viceministro de Justicia, al lado del inefable Wilson Ruiz hasta poco antes de concluir el cuatrienio. Y un par de meses más tarde, Ibáñez lo escogió entre decenas de constitucionalistas competentes, como auxiliar de su despacho en una sala de seguimiento. Al menos dos trinos de Chaux dan pistas sobre su propósito en la Corte: el primero es un mensaje “fijado” en su cuenta de X que se conserva ahí a pesar de su posición en la rama judicial, en que agradece “con humildad republicana y orgullo” a Duque por haber hecho parte de su gobierno. Y otro, en que el pasado primero de mayo de este 2024, con la toga puesta, reproduce un trino contra el actual jefe de Estado con ocasión de la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel. En el texto replicado por Chaux Donado se lee: “El presidente de Colombia prometió premiar a los asesinos y violadores de Hamás. Y hoy cumplió. La historia recordará que Gustavo Petro decidió ponerse del lado de los monstruos más despreciables…” (ver). Con el perfil de Chaux, ¿puede alguien creer que no hay gato encerrado en las denuncias de Ibáñez?
