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Cien precandidatos: el hazmerreír del continente

Cecilia Orozco Tascón

17 de septiembre de 2025 - 12:05 a. m.

La Colombia preelectoral o el hazmerreír de América. Cualquier loquito, obseso, fantoche, actor, comediante, ningún “ningunito” o, incluso, aspirantes más serios a hacerse al cargo de presidente de la República, se acercan, por estos días, a las instalaciones de la Registraduría Nacional con dos o tres amigos a los que califican de “comité de recolección de firmas” y, enseguida, se inscriben como precandidatos. Hay quienes aseguran que el número de pretendientes a residir en la Casa de Nariño, a partir de agosto de 2026, asciende a más de 100. Y esa cifra es sin contar a aquellos que serán seleccionados en los próximos meses por sus partidos o coaliciones entre los cinco, seis o siete postulantes de cada movimiento. Es decir, pese al centenar de enlistados para la carrera presidencial, todavía se desconoce la identidad de los candidatos que sí tendrán una opción real de llegar a la primera vuelta, el 31 de mayo del año entrante. No obstante, la explosión de figuritas “presidenciables” sigue engordándose con unos desconocidos que, simplemente, pretenden conseguir atención pública aun cuando esta subsista solo un cuarto de hora; y con otros a quienes poco les importa ejecutar su payasada con tal de obtener otros réditos que no tienen nada que ver con la Presidencia como la recordación de su nombre y apellido para atraer votos que les aseguren una curul en el Senado o en la Cámara; o una silla en una Asamblea departamental o en un Concejo municipal. Lastimosamente, no solo ellos sino todos los colombianos, estamos quedando en ridículo en el resto del continente.

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Ningún país que respete sus instituciones, su democracia y su sistema electoral produce, simultáneamente, un centenar de competidores con credenciales intelectuales y políticas suficientes para merecer el liderazgo del Estado. Los opositores del actual mandatario dirán que, después de Petro, cualquiera sería mejor. Los críticos del gobierno Duque argumentarán que su banalidad y su vanidad no podrían ser superadas, ni siquiera por Pastrana, si este volviera; y así sucesivamente. Lo cierto es que, hoy, cualquiera supone que los expresidentes se pueden reemplazar con el vecino de la esquina. Grave error. Al menos hasta cuando se redacta esta columna, se han inscrito, en la Registraduría, 71 precandidatos. Cada uno tendrá que presentar alrededor de 635 mil firmas que sean validadas por la entidad electoral para ser aceptado como candidato ¿Quién los financia? La recolección de más de 600 millares de rúbricas físicas en todo el país, con el pago, en dinero, a centenares de “voluntarios” que carguen los formularios; que convenzan a cada ciudadano de inscribirse, que “echen pata” desde las 7 a.m. hasta las 7 p.m., su alimentación, la logística del equipo etc., vale muchos billetes cuyo origen ningún organismo del Estado está controlando ¿Qué se oculta tras las 71 precandidaturas aparentemente irrazonables? ¿La negociación de los votos de los firmantes con los voceros de los partidos tradicionales? ¿La distorsión de la realidad electoral? ¿La adhesión negociada de cuotas de poder? ¿El blanqueo de dinero corrupto?

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No hay quien tenga una respuesta precisa. Nuestro sistema electoral no se preparó para el estallido de “precandidatos” tan indescifrables como el “interplanetario” Fabio Antonio Forero Chávez, con su colectividad Seres de Paz; el “misionero” Danny Sequeda; la activista digital Claudia Lorena Fernández; la abogada Sondra Macollins, apoderada de alias Martín Sombra, misma que aparece abrazando, feliz, al exnarco Carlos Lehder; el abogado Germán Rojas Olarte cuyo movimiento se llama como lo merece: Al borde del abismo. Y otros lunáticos cercanos a los medios, con mucha plata para botar en campañas ciegas que alimentan sus egos. Un poco de respeto a la carrera presidencial le caería bien a Colombia. Habría que promover modificaciones a las normas electorales antes de que, en medio de jugarretas como las que estamos presenciando, gane aquí un bufón manipulable, una actriz ignorante o un asesino de sus contradictores. Ojalá me equivoque: para allá vamos.

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Entre paréntesis.- Da grima el daño periodístico que sufrió el país con la venta de la revista que nos atraía, cada semana, con investigaciones basadas en fuentes directas y de gran credibilidad. Convertida, ahora, en un panfleto al servicio de quien pretende comprar, con sus billones y sus influencias locales la Presidencia de la República, esa publicación camufla sus intereses, venganzas y odios, con acusaciones escandalosas pero sin respaldo probatorio. Es obvio que el título de su última portada, “Se venden expedientes”, al lado de una foto de la fiscal General, pretende relacionar a Luz Adriana Camargo con el comercio delictivo de documentos reservados. De su lectura, sin embargo, no se deduce ninguna conexión de la funcionaria con el supuesto ilícito, por cierto, nada nuevo: el “precandidato presidencial” Barbosa tuvo que botar a su directora de la Unidad de Lavado de Activos, Ana Catalina Noguera, hija del rector de su universidad Sergio Arboleda, cuando se descubrieron sus nexos con exnarcotraficantes que pretendían evitar la extinción del dominio de sus bienes ¿Barbosa influye, negativamente, en la Fiscalía por intermedio de sus subalternos, los abogados que él y Mancera empotraron en esa entidad?

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