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En el llamado “paro nacional” convocado para el miércoles y jueves de la semana pasada no vimos las concentraciones que esperaba reunir el oficialismo con el fin de dar parte de victoria petrista, ni los grandes desmanes que la oposición deseaba que se presentaran para poder enrostrárselos al Gobierno. Aparte de que las ciudades suspendieron algunas de sus actividades, y de la semiparálisis de los sistemas de transporte sobre todo en Bogotá, no pasó nada del otro mundo. En cambio, esa ocasión fue aprovechada tanto por los encapuchados que salen a destruir lo que encuentran a su paso, como por los patanes de identidad conocida que se creen distintos a los agresores ocultos, aunque los unos y los otros sean gemelos en la violencia. Ambos bandos, encubiertos o destapados, suelen actuar mediante la coacción y la amenaza: presumen que el Estado de derecho no los alcanza o, peor aún, que ellos constituyen el “Estado”. Y, por tanto, que son los que deciden quiénes tienen derechos y quiénes deben ser borrados del mapa nacional. Pero, a diferencia de los que se ponen capucha detrás de la cual suelen hallarse vándalos anarquistas sin nada que ganar o perder, los fanfarrones de cara descubierta cuentan con la acogida de un sector político con vocación de poder.
Exhibicionista de la causa segregacionista es Andrés Felipe Rodríguez, un individuo mal hablado, de estampa burda, que se enorgullece de su apodo más que de su nombre: “el Gury”. Es concejal en Medellín del partido cuyo jefe era el presidente de la República cuando se dispararon las ejecuciones extrajudiciales, las de la sangre valorada por litros. Comparte honores con el caleño, Andrés Escobar, hoy concejal de Cali, antes pistolero que disparaba en las calles contra los manifestantes del estallido social provocado por las torpezas socioeconómicas de Iván Duque. Los finos modales del antioqueño Rodríguez y del vallecaucano Escobar lucieron en las redes, horas antes de las jornadas obreras. Despreocupados por la escasa acción de la justicia, no disimularon su mensaje de intimidación. El uribista de Medellín visitó al de Cali con el objeto de grabar y publicar una advertencia: “Dizque huelga general… dizque porque no les aprobaron la consulta popular…”, dice uno. “Imagínese, pues, entonces, ¿van a salir a quemar ‘cais’, a vandalizar, a generar bloqueos todos esos revoltosos?”, contesta el otro. “Yo le digo una cosa: en Medellín y en Antioquia vamos a llamar a la reserva activa y a todos los ciudadanos que vamos a salir a defender(nos)… y si nos toca enfrentarlos, ¡Lo vamos a hacer!”, riposta el primero. “Hombre, ‘Gury’, aquí en el Valle del Cauca (también) vamos a salir a defendernos ¡las veces que sea! La primera línea ni nada parecido se lo vuelve a tomar ¡Estamos firmes!” concluye el segundo. Los dos cierran el libreto con una frase clásica de los matones de barrio: “¡Póngala como quieran!” (ver).
No era la primera vez que el concejal de la segunda ciudad más importante de Colombia se encontraba con el concejal de la tercera capital del país. Escobar se había presentado en el cabildo medellinense el año pasado. Allí recibió el homenaje de los siete concejales de Federico Gutiérrez, el alcalde que se quedó sin partido por decisión judicial; de los cinco uribistas, los dos conservadores y uno que otro de las demás colectividades. A espaldas de Rodríguez, el expistolero (o, ¿todavía porta armas?) oía, complacido, los elogios de su mellizo mientras este atacaba a alguien que se atrevió a cuestionar la presencia del caleño en el recinto. “Lo que hizo el señor Andrés Escobar en Cali fue defender su ciudad, así como lo hice yo en Medellín, que (sic) me le ‘paré duro’ a la primera línea… y ¡me le voy a parar las veces que sea!…”. Rodríguez, alias el Gury, concluyó con el anticipo de una pena de muerte: “el estallido social es parte de la toma guerrillera” (ver). Estos dos sujetos venidos a más gracias al apoyo electoral y poselectoral de la precandidata presidencial uribista María Fernanda Cabal, con quien se toman fotos promocionales, no merecerían atención –excepto de la Procuraduría y de la Fiscalía– si no fuera porque se cobijan con el manto del Centro Democrático, el partido que intenta reconquistar la Presidencia y que –seamos claros– tiene posibilidades de ganar. Deberíamos, pues, estar advertidos de que la barbarie oficial, aquella que vivió este país según se registra en la historia de los “falsos positivos”, podría regresar ¿Imaginan ustedes una nueva ola de “seguridad democrática” agravada por la presencia de tipos del talante de “Gury” y del expistolero Escobar? O, ¿todavía porta armas?
