Dos víctimas de montajes del poder

Cecilia Orozco Tascón
21 de febrero de 2018 - 04:50 p. m.

“Doctor Álvaro Uribe Vélez. Por medio de la presente, pongo en conocimiento suyo lo siguiente… funcionarios de la Fiscalía me ofrecieron, en nombre de la Corte Suprema de Justicia… en la cárcel de máxima seguridad de Itagüí, beneficios como rebaja de condena, protección de testigo y ubicación de familia, a cambio de información sobre la autoría intelectual del presidente de la República Álvaro Uribe en un atentado contra René, exmiembro de las Auc... El citado Iván Velásquez, magistrado auxiliar de la Corte Suprema, me ratificó el ofrecimiento de los beneficios, siempre y cuando vinculara al presidente Álvaro Uribe y a Ernesto Garcés Soto al atentado contra René, excomandante de las Auc en el suroeste de Antioquia, lo mismo que declarara en contra de Mario Uribe, senador, sobre el apoyo a grupos paramilitares en la zona del suroeste de Antioquia. Mi preocupación, señor presidente, es que el señor Velásquez, según me parece, lo quiere perjudicar. Es lo único que le interesa. A cambio entrega lo que sea. José Orlando Moncada Zapata. C.C. 98451762” (transcripción de carta de fecha 11 de septiembre de 2007, publicada por la Casa de Nariño un mes después).

La película que el país presenció, asombrado, hace 11 años, y cuyo protagonista “bueno” era el presidente de la República y su antagonista “malo-bueno” era alias Tasmania —un preso condenado por asesinatos encargados por su bloque paramilitar—, es idéntica a la que se estaba rodando con varios actores del mismo entorno, hoy expresidencial, hasta cuando se suspendió por obra y gracia de un auto inhibitorio emitido por la Corte Suprema la semana pasada, en que anuncia que se abstiene de acusar al senador Iván Cepeda de fabricar testimonios contra el senador Álvaro Uribe tal cual este lo denunció.

Los casos Velásquez, de 2007, y Cepeda, de 2018, son casi exactos. En 2007, el jurista Iván Velásquez, magistrado auxiliar de la Sala Penal de la Corte Suprema que coordinaba las investigaciones contra los políticos aliados del paramilitarismo y gracias a cuya labor fueron encarcelados “connotados” congresistas, fue víctima de alias Tasmania cuando las pesquisas del magistrado se arrimaron a la candela por el cerco judicial que cerró sobre el primo presidencial, congresista Mario Uribe (condenado después). Velásquez, hoy prestante delegado de Naciones Unidas en Guatemala, puso en vilo su vida y su prestigio porque decidió seguir adelante a pesar de las amenazas. Fue cuando apareció del fondo, alias Tasmania, firmante de la carta que encabeza esta columna. De la nada llegó su mensaje directo al escritorio del primer mandatario y este, de la nada, le dio crédito sin ninguna duda. Uribe formuló denuncia contra Velásquez. Todo concluyó cuando Tasmania contó que fue obligado por un abogado cercano al hermano y al primo del presidente, a firmar una hoja en blanco. Y, como recompensa, le ofrecieron casa y $400 millones. Como no le cumplieron, reveló la verdad. Velásquez fue absuelto pero los involucrados más importantes en el montaje contra él, es decir, Álvaro Uribe, Santiago Uribe y Mario Uribe, nunca fueron procesados.

En 2012 y hasta la fecha, el objetivo ha sido el senador Iván Cepeda quien se puso en la línea de riesgo con los mismos enemigos de Velásquez por haber realizado un debate en el Capitolio contra el senador Uribe y sus presuntas relaciones paramilitares. Pero esta vez, la investigación no estuvo en cabeza de una Fiscalía que filtra datos a ciertos personajes para que se enteren de los pormenores investigativos que los afectan, sino de la propia Corte. Una sala de instrucción hizo juicioso seguimiento a Cepeda. Y sus hallazgos prendieron la luz sobre la conducta limpia de este senador como limpia fue la de Velásquez. El manto negro que hace 11 años favoreció con su inoperancia a los que temen la verdad, ahora se devela y, ¿qué se encuentra debajo? ¡Al expresidente en conversaciones con quienes pueden aportar “testigos” falsos contra Cepeda! Ya entendemos por qué siempre Uribe Vélez parece rodearse de gente sin escrúpulos, gente del mundo delictivo.

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