Del presidente de la República hacia abajo, muchos altos funcionarios violan la Constitución y las leyes con un agravante: van de frente, atropellando lo que sea. Al menos, sus antecesores actuaban ocultando su venalidad debajo del tapete, no porque fueran mejores personas sino para evitar investigaciones. Ahora, nada importa, son cínicos. Se comportan como matones de vecindad, “lo hago y qué”, porque en la Colombia uribista no hay quien se atreva a juzgarlos. Aquellos que representan la institucionalidad democrática con sus pesos y contrapesos, es decir, el fiscal Barbosa, la procuradora Cabello, el contralor Córdoba, el presidente de la Corte Suprema con su largo listado de familiares beneficiarios del Estado, las decenas de magistrados agradecidos en otras cortes y tribunales, el Senado cómplice y, ni se diga, la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes, constituyen, hoy, una alianza viscosa atada a las causas del jefe del Gobierno, sus subalternos, su partido y su candidato presidencial pues les deben puestos, contratos y poder. Por eso se guardan secretos, se esconden pecados.
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El candidato Duque
13 de abril de 2022 - 05:30 a. m.