Nunca como en el periodo de Francisco Barbosa ha habido tantas preocupaciones por la dilapidación de los dineros públicos en la Fiscalía General, asignados, en el Presupuesto Nacional, obviamente para combatir el crimen, investigar a los delincuentes, desarticular las bandas y procurar las condenas de los responsables. Pero si nos atenemos a los cuestionamientos que, hoy por hoy, se escuchan en los medios de comunicación, en columnas de investigadores y en los despachos de ese organismo, el abuso en el gasto de los recursos empleados en satisfacer los estrambóticos caprichos del fiscal general, de su entorno familiar ampliado y de sus subalternas cercanas sería de tal magnitud que no solo dejarían graves pérdidas económicas sino que más de uno podría enfrentar juicios de carácter penal cuando pueda determinarse, con exactitud, el tamaño de la dilapidación de la actual administración, una vez concluya su tiempo. Como dice la ranchera, nadie es eterno en el mundo... aunque Barbosa actúe como si lo creyera y, peor aún, como si fuera dios.
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Nunca como en el periodo de Francisco Barbosa ha habido tantas preocupaciones por la dilapidación de los dineros públicos en la Fiscalía General, asignados, en el Presupuesto Nacional, obviamente para combatir el crimen, investigar a los delincuentes, desarticular las bandas y procurar las condenas de los responsables. Pero si nos atenemos a los cuestionamientos que, hoy por hoy, se escuchan en los medios de comunicación, en columnas de investigadores y en los despachos de ese organismo, el abuso en el gasto de los recursos empleados en satisfacer los estrambóticos caprichos del fiscal general, de su entorno familiar ampliado y de sus subalternas cercanas sería de tal magnitud que no solo dejarían graves pérdidas económicas sino que más de uno podría enfrentar juicios de carácter penal cuando pueda determinarse, con exactitud, el tamaño de la dilapidación de la actual administración, una vez concluya su tiempo. Como dice la ranchera, nadie es eterno en el mundo... aunque Barbosa actúe como si lo creyera y, peor aún, como si fuera dios.
En la Fiscalía se escucha, de labios de funcionarios bien enterados pero intimidados por temor a enfrentarse al poder de un loco y, ante todo, por miedo a perder el puesto que les da sustento, que Barbosa gasta, a manos llenas, en viajes de placer que suele disfrazar como si fueran de trabajo; en viáticos millonarios que se le asignan y que no devuelve pese a que suele recibir generosas invitaciones todo pago; en hoteles y restaurantes de grandes lujos; en eventos que su entorno de obsecuencia absoluta le prepara cuando necesita darle más aires a su ego o cuando pretende conseguir reconocimiento y honores; en la utilización del avión Learjet-60, FAC1216, de la Fiscalía, para fines privados y, en general, en el manejo de los bienes públicos como si fueran particulares. Como si fueran suyos y más: como si se los debiéramos.
La reacción de Barbosa frente a una columna del periodista Yohir Akerman, de Cambio, es tan desvergonzada que parece ser la de una persona que no está en sus cabales. Akerman reveló hace una semana, con videos de prueba, que el fiscal general les asignó u ordenó asignarles escoltas y camioneta blindada a los perritos de su familia para llevarlos al parque (ver). No hay que reiterar, pues salta a la vista, la desproporción de la medida y de las escenas en el video que llegan a ser desagradables por la corrupción que se desprende de ellas: ¡¿dos servidores estatales expertos en protección, por tanto, armados, y un vehículo de $350 millones o más, empleados en darles vueltitas a las mascotas de un individuo, cualquiera que este sea?! A esa degradación ética ha llegado Barbosa quien consideró “un chiste” la crítica de Akerman que no se reduce a un paseo para perritos sino que destapa el nivel a que ha llegado la desfachatez de quien dirige el organismo investigador del que depende parte del éxito de la política criminal del país.
En entrevista concedida a un medio blandito con él y con su facción política, el mal calificado fiscal afirmó que “... esas mascotas hacen parte también de un entorno de protección que yo tengo; esas mascotas hacen parte del entorno de protección de mi familia”. ¿Los perritos “hacen parte del entorno de protección” de su familia? ¿Qué querrá decir el funcionario? Frase extraña, tanto como esta otra: “No, no se usan mal (los dineros públicos). No se usan los recursos de la Fiscalía para las mascotas. Es que los recursos de la Fiscalía, por la seguridad del fiscal general de la Nación, hacen parte de la intimidad de mi familia para poder estar con la protección de las mascotas”. Un galimatías con el que Barbosa trata de cubrir sus abusos. El columnista le respondió, de manera apropiada, recordándole el artículo del Código Penal que define qué es peculado por aplicación oficial diferente: “El servidor público que dé a los bienes del Estado, cuya administración, tenencia o custodia se le haya confiado por razón de sus funciones, aplicación oficial diferente de aquella a la que están destinados incurrirá en prisión de 16 a 54 meses”. O sea que no es un “chiste” sino un delito, le recordó Yohir (ver). Me pregunto si el fiscal Barbosa, que les asigna esquema de seguridad a sus mascotas, se ufana de un lado y se molesta del otro porque se le exigen respuestas sobre su conducta, ¿cuánto más ordena en su beneficio y cuánto más ignoramos?