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Encuesta Guarumo: ¿intenciones ocultas?

Cecilia Orozco Tascón

09 de julio de 2025 - 12:03 a. m.

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La encuestadora Guarumo la volvió a hacer: sin sanción, ni siquiera llamado de atención del deslegitimado Consejo Nacional Electoral, disfraza los intereses políticos de los propietarios de esa empresa y los empaqueta en un estudio preelectoral. El pasado lunes 7 de julio, sacaron provecho de la fecha en que ocurrió el abominable atentado contra Miguel Uribe –que sucedió el 7 de junio–, y publicaron una encuesta sobre preferencias de los votantes, pese a que estamos a 11 meses de la primera vuelta y a un año de la segunda; es decir, cuando nadie, ni siquiera el profeta Nostradamus, tiene la capacidad de vaticinar quiénes serán los contendores presidenciales reales. Cómo serán de inciertos los datos que a partir del título del informe, se revela su falencia fundamental: “Posibles candidatos 2026”; y que ese término, “posibles”, es decir, probables o improbables, se repite en cada uno de sus cuadros: “posibles escenarios de votación”; “posibles escenarios de consultas”; “intención posible de voto” y así, sucesivamente, hasta el final. Guarumo, o sea, sus propietarios, meten sin coladera a 75 (¡75!) personas, muchas desconocidas del grueso electoral y la mayoría sin posibilidades de conseguir más de mil o dos mil seguidores si mucho.

Pero lo más censurable de la tal encuesta financiada con dineros de la propia Guarumo, de acuerdo con su reporte oficial, es que utilice el nombre de Uribe Turbay y el infausto intento de asesinarlo como una buena oportunidad para “medir” la imagen pública de la víctima y compararla con la de otros, en momentos en que todavía el precandidato del uribismo se debate entre la vida y la muerte. No es difícil comprender que a la hora de la batalla por la sobrevivencia y en medio de su “condición [médica] grave y [de que] su pronóstico neurológico [continúa siendo] de carácter reservado”, según reza el más reciente comunicado de la clínica en que se encuentra el paciente, lo menos relevante es si él tiene mayor o menor favorabilidad electoral. Con franqueza, algunos allegados, uno que otro cirujano, amigos y rivales políticos de Miguel Uribe –entre quienes hay varios que se refirieron a él de manera destemplada días antes del infortunado hecho– han concurrido al centro médico para exhibir su presunta tristeza pero, en realidad, para beneficiarse de la conmoción social que produjo el atentado. En lugar de ser solidario, el espectáculo que se ha visto en redes y medios de comunicación ha sido bochornoso e inhumano.

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Por eso, la encuesta de Guarumo, una firma estrechamente vinculada al sector duquista del partido de Uribe Turbay, es una muestra, no de las posibilidades de quienes pretenden ser presidentes de la República, sino de la mezquindad con que suelen actuar los orientadores de la opinión pública. Guarumo –cuyo fundador y mayor financiador es Víctor Muñoz, estratega de la campaña de Iván Duque, alto consejero presidencial y director del DAPRE en ese gobierno– no tenía que invertir millones de pesos para enterarse de que sus encuestados o cualquiera persona decente expresaría su respaldo a quien fue atacado con vileza. Guarumo disfraza su objetivo central: reposicionar su desprestigiada marca para renovar o ampliar sus contratos con los clientes más ricos de temporada de elecciones: los precandidatos y grandes medios de comunicación. También pretende posicionar a los aspirantes de su predilección (ver). Miguel Uribe figura en primer lugar pero, examinados los resultados manchados de sospecha, lo que importa es quién ocupa el segundo puesto: él o ella andan en las calles y ciudades todos los días y desarrollan, a plenitud, sus campañas mientras la víctima del atentado yace en una cama de cuidados intensivos sin que se sepa cuánto tiempo le tomará su recuperación total y la reactivación de sus planes. No solo eso. Un propósito de mayor calado sirve a Guarumo. Lo descubrió, sin proponérselo, El Espectador, en un artículo publicado hace un par de días. Se titula “Centro Democrático busca recomponer campaña tras 30 días del atentado a Miguel Uribe” (ver). Allí se informa sobre el desconcierto que existe en el uribismo –y, en general, en la derecha colombiana– como consecuencia del crimen contra Uribe Turbay, sumado a la proximidad de la absolución o condena de su máximo líder, el expresidente Álvaro Uribe cuya figura de dios irremplazable se ha venido abajo, expuesto como está, a ser encontrado responsable de delinquir. No descarto que el banal Duque, mediante su aliado Víctor Muñoz-Guarumo, esté echando codo para ocupar el sitial de su jefe ausente. Así es la política colombiana: despiadada, ingrata, de bajeza moral ilimitada.

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