En marzo de 2006, el Gobierno de entonces presentaba, por televisión y ante el país, un falso positivo. No me refiero a los asesinatos masivos de habitantes de calle o de jóvenes pobres: esos crímenes atroces, aunque ya se estaban ejecutando, se encontraban en la más absoluta clandestinidad. Sus autores sabían que, si se conocía, tempranamente, la matanza de civiles inermes por militares del Estado en esa etapa sórdida de la historia nacional, habría quedado al descubierto el monstruo que, en realidad, habitaba en la “política de Seguridad Democrática” del líder que repetía, con sonrisa amable, que guiaba la nación con su “corazón...
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