La fiscalía del amigo de Duque ha hecho exactamente lo que le ha venido en gana, uno, con el abultado presupuesto que le corresponde a esa entidad, el cual debería haber invertido en la administración de justicia, pero, en cambio, ha feriado en puestos, contratos, viajes, asesores, etc.; y, dos, en materia de manipulación de las investigaciones que se adelantan ahí, distribuyéndolas entre las que ejecuta a toda velocidad (cuando el involucrado carece de influencias o cuando hay que tirarle carne a la galería, como el caso del asesinato del peluquero) y las que ordena dejar inamovibles o con desviaciones importantes de la verdad judicial si los afectados son amigos y aliados de causa política como en el proceso de Uribe Vélez. Sin embargo, y aunque el precandidato presidencial Alejandro Char, su hermano Arturo, expresidente del Senado, y su padre, el potentado Fuad constituyen un clan con mucho poder, le va a quedar difícil, a Barbosa, ignorar la montaña de señalamientos que ha recaído sobre cada uno de sus miembros, gracias a que una de sus beneficiarias decidió descorrer el velo que cubría a esa sagrada familia con la gloria inmarcesible de la patria. En efecto, detrás del telón había muchos crímenes, según ha contado Aida Merlano: adjudicaciones ilegales de megaobras; robo de dineros públicos que se extraían de los que daba la Nación, la gobernación o la alcaldía; uso delictivo de esos dineros en campañas; elección de senadores y representantes mediante votos corrompidos... Así se entiende mejor cómo fue que el precandidato logró reunir casi tres millones de firmas en solo en treinta días para avalar su candidatura (ver) mientras otros políticos sudaban durante meses intentando presentar 100, 200 o 300 mil rúbricas.
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La sagrada familia Char
16 de febrero de 2022 - 05:30 a. m.