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Las cortes tendrán fiesta clientelista esta noche

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Cecilia Orozco Tascón
03 de diciembre de 2025 - 05:05 a. m.
“Se trata de un acto clientelista de dos magistrados, Camargo y Escobar, en reconocimiento del favor que les hicieron”: Cecilia Orozco
“Se trata de un acto clientelista de dos magistrados, Camargo y Escobar, en reconocimiento del favor que les hicieron”: Cecilia Orozco
Foto: Gustavo Torrijos Zuluaga
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La invitación que mandaron a timbrar dos miembros de la Corte Constitucional, Lina Escobar Martínez y Carlos Camargo Assis, en la que anuncian que ofrecerán una “cena en honor de la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia” que se realizará esta noche –“miércoles 3 de diciembre de 2025 a las 7:30 p.m.”– en el más exclusivo y excluyente club de Bogotá (ver), descubre, tanto en anfitriones como en invitados, una conducta impúdica, vergonzosa, muy distante del carácter estoico que los ciudadanos esperamos de nuestros jueces: ni aduladores ni proclives a recibir lisonjas que puedan comprometer sus criterios. Los oferentes del banquete, en el que se repartirán licores y viandas que el 95 % de los colombianos no podrán probar en el curso de sus vidas, integran la Corte Constitucional gracias a que sus nombres entraron en las ternas que conformó, este año, la Corte Suprema, ahora homenajeada por ellos. No es poco lo que Escobar y Camargo les deben, entonces, a sus convidados, puesto que su permiso para entrar en el cupo mínimo de tres postulados entre quienes vota el Senado para su elección final, es una gracia, no obstante que los aspirantes requieren ejecutar varias jornadas de visitas al Palacio de Justicia y al Capitolio para desarrollar campañas de “convencimiento” de sus electores magistrados y sus votantes congresistas.

Volviendo al festín de esta noche en que dos magistrados de una corte agasajan a los magistrados de otra corte, no existe interpretación diferente a que se trata de un acto clientelista de reconocimiento del favor que les hicieron. Muy diferente sería si la elaboración de las ternas estuviera reglada por méritos estrictamente profesionales: no se agradece lo que se obtiene por ley, porque esta protege derechos. Lo cierto es que Escobar Martínez –de la que se esperaba mayor sentido ético– y Camargo –quien ratifica sus artes de estratega de componendas–, han desnudado el lado opaco de su comportamiento con la opípara cena con que pretenden recordarles a sus votantes de hace apenas unos meses, que no se olvidan de su apoyo. La falta de sensatez de la Suprema cuando acepta la comilona no es menos grave. Los colombianos fuimos testigos de que por los menos nueve de sus magistrados participaron en la elección de Camargo, a pesar de que su anfitrión de esta noche les entregó a sus hijos, esposas, hermanos y demás parientes, millones de pesos en contratos y puestos oficiales cuando era defensor del Pueblo, como se denunció en su momento (ver). Si este es el decoro que exhibe la cúpula de la justicia, ¡imaginen lo que sucede de ahí para abajo!

Entre paréntesis. No es un decir: la escogencia de la conflictiva magistrada Cristina Lombana por parte de la Corte Suprema (¡otra vez con sus votos!), para integrar su Sala de Instrucción, constituyó una equivocación rotunda de los miembros de esa corporación. O se trató de una nueva demostración de su clientelismo judicial o, peor aún, de corrupción más sofisticada, esa por la cual los tribunales ceden ante los caprichos de los jefes políticos del país. Lombana, de quien se han difundido, con hechos, sus sesgos de odio por unos de sus investigados y su evidente deseo de favorecimiento a otros, ha llegado a extremos de conducta tales que hacen dudar, sinceramente, de su cordura mental. La semana pasada envió, con orden firmada por ella, a un agente de Interpol adscrito a su despacho, para inspeccionar y obtener elementos –mediante diligencia formal– en la mismísima presidencia de la Corte que la eligió en mala hora. El agente pretendía que el presidente (e) del alto tribunal, magistrado Francisco Ternera, suspendiera su trabajo; atendiera los requerimientos de Lombana; le permitiera revisar computadores y le diera copia de documentos relacionados con un acta que la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes habría enviado a esa presidencia. Así se comporta la abusiva funcionaria debido a sus ataques de ira, lo que ocurre con frecuencia. Cuando, por motivos obvios, el agente no fue recibido por el presidente de la Corte, ¡levantó un acta en que dejaba consignada su protesta! La grosería de Lombana no parece tener límites. Le faltó ir personalmente a confrontar a su superior jerárquico, a gritarlo o a conminarlo, so pena de meterlo a la cárcel. Pero lo más sorprendente de esta historia que confirmé con fuentes de absoluta credibilidad es que ningún dignatario le llama la atención. Por el contrario, parece que ese alto tribunal le teme: varios togados y, sobre todo, varias magistradas están dispuestas a acompañar sus desmanes.

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