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Peligrosa intimidación a la juez de Uribe

Cecilia Orozco Tascón

16 de julio de 2025 - 12:05 a. m.

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Una operación mediático-política a gran escala se desarrolla en Colombia y en el exterior, en particular en Estados Unidos, en donde aspira a tener eco. La intervención pública para “defender” a Álvaro Uribe Vélez, a semana y media de que se conozca el fallo judicial (28 julio) en que se resolverá si el expresidente es absuelto o si es culpable de haber cometido tres delitos, ha sido desplegada con precisión quirúrgica por estrategas de comunicación. Su táctica combina las rutas tradicionales de divulgación con las redes sociales y las cuentas personales de figuras influyentes. Ese movimiento, que, en principio, pareciera ser una simple expresión de afecto por su jefe, contiene, sin embargo, un fondo de amenaza inaceptable en las democracias porque coarta la libertad de conciencia de la juez que redacta la sentencia; lesiona la independencia del sistema judicial y, más grave, sugiere un levantamiento en caso de que el poderoso personaje sea condenado.

La campaña empezó con el propio Uribe cuando, terminado el juicio en su contra, difundió un mensaje en su cuenta de X, en donde tiene alcance de cinco millones y medio de seguidores. “La situación no es para estar tranquilos”, aseguró en un video que ha sido replicado más de 200 mil veces, y continuó: “Miguel Uribe, uno de nuestros candidatos de oposición, se debate para mantener la vida. Yo, que tengo una inmensa responsabilidad política, afronto un juicio…”. No se trata de frases inocuas: con su descripción acomodaticia intenta conectar el crimen que se cometió hace un mes contra el precandidato de su partido con el proceso penal que él enfrenta desde 2018. Así, pretende armar el “muñeco” de un juicio político del que él sería la víctima. Pero la mentira se cae fácil. Hace siete años Miguel Uribe era un bisoño secretario de Gobierno de Bogotá durante la alcaldía de Enrique Peñalosa y no militaba en el Centro Democrático. Y Uribe ya era sujeto de investigación en la Corte. De tal modo que con su habilidosa frase no logra engañar a los ciudadanos. El esfuerzo de los estrategas para convertir al procesado en mártir se nota a distancia. Continuó Uribe: “No podemos olvidar que este juicio ha sido inducido por el actual gobierno y por su más representativo senador…” (ver). Pero los hechos vuelven a contradecirlo: la medida de detención domiciliaria que padeció el expresidente se produjo en 2020, época de gobierno de su subalterno Iván Duque. Lo paradójico del caso es que el fallo al que teme Uribe Vélez es el desenlace de una denuncia que él mismo interpuso contra el senador Iván Cepeda en 2012 ¡hace 13 años! Esta y no otra es el origen de su juicio.

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Las artificiosas premisas del enjuiciado eran apenas el inicio del operativo publicitario. A partir de ellas, se desgranaron las notas, los trinos, las frases de advertencia de congresistas, políticos, amigos, bodegas digitales, aduladores y hasta de sus hijos, a quienes los estrategas de su padre también les pusieron oficio. El rosario de comunicados busca meternos miedo por las consecuencias que sufriremos si Uribe es condenado. El senador de Estados Unidos, Bernardo Moreno, quien se hace llamar “Bernie”, colombiano como el ajiaco aunque avergonzado de su origen y enemigo de los inmigrantes latinoamericanos, publicó un trino en que advierte a la juez Heredia, sin mencionarla, que no toque al exmandatario: “Colombia necesita suspender el uso de su sistema judicial como arma política contra el expresidente. Es un camino muy peligroso para el [país] que debería ser uno de los mejores aliados de Estados Unidos” (ver). No hay que explicar que Moreno, cercano a la ultraderecha nacional como lo es la brasileña a Bolsonaro, amenaza con influir ante Trump para que éste sancione a 53 millones de colombianos por cuenta de uno.

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Al renegado Moreno le siguieron los mensajes de los hijos del procesado. El primero de estos relacionó, de acuerdo con los lineamientos tácticos, el embrollo judicial con el supuesto complot político de los “enemigos” de Uribe Vélez. Tomás Uribe también ignora los cuatro años de Duque y asegura que “Petro y Santos buscan neutralizar judicialmente (al único líder que puede unir a la oposición) antes de 2026…” (ver). Después de la apertura estelar con senador de Estados Unidos, padre y su primogénito, han llovido los trinos de los segundones, unos más agresivos que otros. Vestido de verde militar y con gorra de camuflaje, uno de los loquitos desesperados por hacerse visible se pone ante la cámara para hacer la parte que le corresponde: gritar, insultante, que “no estamos ante una persecución común [sino] ante la eliminación de la oposición en Colombia [por lo cual] hay que entender que la eventual condena del expresidente Uribe es la materialización de [esa] eliminación... Por eso, tenemos que volver a las calles”. Termina con el numeral (consigna) “Álvaro Uribe no está solo” (ver). Los audios conspiradores de Álvaro Leyva constituyen un juego de salón al lado del clima violento que ambienta el uribismo para Colombia. Ojo con la seguridad de la juez.

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