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No cabe duda de que la cúpula del expresidente Uribe anda frotándose las manos con la polémica que se ha desatado por la renovada boda de la fiscal Viviane Morales con Carlos Alonso Lucio, un personaje sin credenciales ni carta de presentación.
La explosión de ira del excomisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, en radio, retando a Morales (“¿Te pego en la cara mar…”?) minutos después de que ella anunciara que lo acusaría de cometer cuatro delitos, es la culminación de una estrategia que sirve a su caso, pero que ya ha sido puesta en marcha varias veces por el gobierno al que él le hizo tareas, y que consiste en deslegitimar la justicia quitándole piso al operador judicial. La rabieta de Restrepo oculta su temor a comparecer ante un juez que podría privarlo de la libertad por su presunta responsabilidad en el montaje de la desmovilización de un bloque de las Farc que existió sólo en la utilería del gran teatro que se armó en Colombia con el propósito de mostrar invencible a Álvaro Uribe. Otra modalidad de falso positivo.
El 25 y 26 de noviembre tres columnistas coincidimos, honestamente preocupadas, al comentar el conflicto ético y práctico que enfrentará la fiscal por el bulto de líos que lleva a cuestas su pareja. En los primeros días de diciembre la controversia sobre la intimidad de Morales y una presunta asociación de mujeres para atacarla se ventiló en radio y prensa. De pronto, a alguien se le encendió el bombillo y el debate pasó de ser un asunto de interés público a un argumento de la defensa de Restrepo. El 15 de diciembre, cuando la ruta hacia la imputación de cargos al excomisionado era inevitable, el exministro Fernando Londoño pide la renuncia de Morales. El 18, el exvicepresidente Francisco Santos hace eco de esa aspiración. Otros escribientes de la causa repiten la fórmula. El lunes 19, los medios virtuales creados para difundir la “doctrina” del uribismo (pensamientocolombia.org y laotramitaddelaverdad.blogspot) reúnen la casi totalidad de las críticas a la fiscal y las ponen en sus portales. En la tarde del mismo día en que se iba a revelar la decisión de la Fiscalía, se le ilumina la memoria a Luis Carlos Restrepo y le envía una carta a la fiscal contra Lucio, con un relato de tal gravedad que diría uno que al excomisionado le hace falta una investigación por incumplir su deber de denuncia. Me ratifico: la fiscal se metió en un problema de orden ético y político por la probada mala conducta de su marido. Esto es una cosa. Otra, que los investigados que tratan de impedir que les examinen la suya aprovechen el río revuelto para obtener ganancias de pescadores.
Entre paréntesis. En la discusión entre el presidente y las cortes por la cuestionable reforma a la justicia, el jefe de Estado dijo una frase que falsea la realidad, y otra que retrata su verdad. La primera: “se equivocaron de destinatario”. La pronunció Santos, un tanto despectivamente, para contestarles a los altos tribunales una comunicación en la que éstos le solicitaban reflexionar sobre ese cambio constitucional, que convertirá en autócrata al mandatario de turno: “el Estado soy yo”. Con aquello del destinatario, Santos quería significar que la rama que aprueba la reforma es el Legislativo y no el Ejecutivo. Presidente, no es un secreto que quien maneja el 100% de su bancada parlamentaria, que es el 98% del Congreso, es usted. Como bien lo expresó hace poco —acudo a sus palabras—, no nos crea tan pendejos. La segunda: “era mejor tenerlos adentro que ‘disparando’ desde afuera”. Aludía a los dignatarios de las cortes. No hay que añadir nada a tan contundente chispazo de sinceridad.
