“Un buen muerto”

Cecilia Orozco Tascón
25 de abril de 2018 - 04:00 a. m.

Algunos uribistas con sus nombres reales y muchos otros, camuflados con identidades falsas en las redes sociales, se encargan, religiosamente, de mandar madrazos, calificar de “terroristas”, de “aliados” de narcotraficantes, de “mamertos” y de “estar enmermelados”, entre otros bellos insultos, a los columnistas que nos atrevemos a opinar sobre los escándalos político-judiciales que sacuden los cimientos morales del país, en momentos en que esas élites del poder, envueltas en líos con individuos del más escabroso mundo criminal, están a punto de reconquistar la Presidencia de la República. Pretenden silenciar, con método tan vil, a los periodistas incómodos. Ejemplos hay varios y notables. No es necesario recordarlos. Pero, al mismo tiempo, los miembros de este grupo sui géneris dan tantos motivos para volver a escandalizar a la comunidad que pretenden gobernar, que impelen a continuar escribiendo sobre ellos.

“Un buen muerto” es una expresión que no se escucha jamás en círculos limpios de la sociedad porque se supone que quien la usa desea la muerte de otro y que, en consecuencia, es un asesino, al menos en potencia. Pues bien, la tenebrosa frase no fue dicha por cualquier aparecido sino por el dos veces jefe del Estado colombiano Álvaro Uribe Vélez, jefe del candidato con mayor opción, según las encuestas, a ser el próximo mandatario de la nación. El insomne señor Uribe publicó ayer, a las 3:16 de la madrugada, el siguiente mensaje: “Carlos Areiza era un bandido. Murió en su ley. Areiza es un buen muerto…”. El expresidente se refería a un exparamilitar que declaró contra su amigo, paisano y aliado político de 30 años, Luis Alfredo Ramos, a quien el “buen muerto” denunció por haber asistido a reuniones con paramilitares atendiendo la invitación que le hiciera el mismísimo capo de la Auc, Vicente Castaño.

El mensaje del gran jefe del Centro Democrático es mucho más extenso (ver trino 1 y ver trino 2) y sorprende porque el recuerdo del asesinado Areiza parece no dejarlo de día ni de noche puesto que, desde cuando se supo que fue acribillado por dos sicarios en moto a la usanza narcoparamilitar, Uribe no ha podido dejar de referirse a él. En su publicación, el exmandatario sugiere que la desaparición del testigo no le servía a nadie sino al senador Iván Cepeda, absuelto por la máxima corte colombiana, la Suprema, de la acusación que el propio Uribe Vélez le hizo por manipulación de testimonios judiciales. No es cierto. Hay otros que sí son beneficiados.

Es necesario leer, completas, las decisiones de los tribunales, para entender las historias en sus contextos verdaderos y para no tragarse los cuentos desesperados de los afectados con la verdad. Areiza, el “buen muerto”, no solo figura en el expediente del excandidato de Uribe, Luis Alfredo Ramos, ni en la ponencia de la Suprema en que se pide condenar a este por la contundencia de las pruebas que obran en el proceso. Areiza también figura en el proceso que, para su desgracia, Uribe inició contra el senador Cepeda y del que el expresidente salió doblemente vencido porque se declaró la inocencia de Cepeda y se ordenó investigar el comportamiento de Uribe por cuanto este fue pillado en conversaciones telefónicas sospechosas de tratar de darles la vuelta a las declaraciones que incriminan a Ramos, a él, a su hermano y a otros más.

Reitero, el agitado expresidente Uribe usa sus trinos para hablar de cuanto bandido ha testificado contra él. Mágicamente, ahora unos cuantos delincuentes parecen “buenos” vivos. Alias el Tuso Sierra, declarante central contra Mario y Santiago Uribe, es, hoy, centro de las peticiones del poderoso expresidente. “Pedí, el 23 de marzo, a la Corte Suprema que ordene la declaración del señor Juan Carlos Sierra, Tuso Sierra…”. Fácil adivinar lo que va a decir el narcotraficante Sierra si lo interrogan de nuevo: me retracto de todo lo que dije en el pasado. Iván Cepeda me obligó a declarar contra Álvaro y Santiago Uribe. Ya se conoce el libreto. Señor expresidente, busque otras tramas menos obvias.

 

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