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Un escándalo de moralidad no puede sepultar otros

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Cecilia Orozco Tascón
29 de septiembre de 2021 - 04:59 a. m.
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Un escándalo de corrupción oficial no puede ser motivo para olvidar otro, pero esto es lo que suele ocurrir en Colombia en donde, siendo realistas, no se descubre ni la tercera parte de los actos ilícitos que se cometen en el sector público. Lo intuimos los periodistas que somos confidentes de funcionarios honrados pero agobiados y frustrados porque no pueden renunciar a su salario y —por eso mismo— tampoco pueden denunciar a aquellos que delinquen a pesar de que lo hagan con descaro y ante las narices de muchos. El escándalo que dejará marca indeleble en el gobierno de Iván Duque, el que se fraguó en el ministerio de Abudinen mediante el contrato de $1,07 billones (¡billones!) que ella y su equipo le adjudicaron a la Unión Temporal Centros Poblados, ocupa la atención de la prensa y las redes, con toda razón. Pero la exministra, sus abogados estrategas y sus mensajeros digitales ya empezaron a echar tiros al aire para distraer la atención de los reporteros investigadores y, con ese modito amistoso-engañoso, conseguir simpatías mediáticas con el fin de que la vayan excluyendo del lío de la defraudación de dineros estatales cuya cuota inicial fue de $70.000 millones. Abudinen, la responsable política obvia de este enredo aunque no la única, va ganando, por ahora: el presidente de la República la respaldó en sus declaraciones sin que le importara el costo para su administración y le permitió presentar su caída como si fuera una renuncia voluntaria al ministerio; su partido, Cambio Radical, el uribismo y el resto de sus bancadas coligadas en el Congreso sabotearon la moción de censura en su contra, untándose, también ellos, del detritus maloliente que expele el contrato; será “investigada”, disciplinariamente, por su amiga social y paisana de región y ciudad, Margarita Cabello; y en materia penal, por el compañero de Duque, Barbosa quien, sin disimulo, le designó al fiscal que confecciona argumentos jurídicos a la medida: Gabriel Jaimes, el perfecto para ella como lo ha sido para Uribe.

A propósito del expresidente exsenador, nadie, excepto unos cuantos comunicadores, se ha vuelto a interesar en el escándalo que significa para la democracia la campaña de persecución contra los jueces pulcros que se atrevieron a indagar su conducta, campaña que, por cierto, puede derivar en riesgos para la honra y vida de los togados; ni en el otro gran escándalo de corrupción judicial —por el favorecimiento ilegal desplegado— en que se ha constituido el proceso que cursa en la Fiscalía para absolver al exmandatario del tipo penal de soborno a testigos, el más pequeño de sus problemas con la ley. Otros fantasmas de mayor entidad delictiva que inquietan al exmandatario rondan, desde hace décadas y en forma de expedientes irresolutos, por los despachos judiciales. Si bien hasta el Estado colombiano ha sido condenado internacionalmente por la connivencia militar, policial y civil oficial con la masacre de El Aro (toma del pueblo por 200 paramilitares, secuestro de sus 400 habitantes, tortura y asesinato de 19 y destrucción de viviendas y tiendas, en 1997), al gobernador de Antioquia de la época, Álvaro Uribe Vélez, no se le ha adelantado un proceso penal, sea para absolverlo, sea para condenarlo, por ese crimen de lesa humanidad cuyas atrocidades no sucedieron de manera sorpresiva: pasaron después de una preparación de semanas, un recorrido de la banda armada por rutas controladas por las autoridades y con una ejecución de toma y matanza de la población que duró cinco días en los que jamás llegó la Fuerza Pública dominada por el bravucón que dirigía, entonces, los destinos del departamento antioqueño.

La masacre de El Aro ha sido relatada mil y una veces en libros de investigación y en informes de organismos colombianos e internacionales de derechos humanos; ha sido mencionada en decenas de decisiones judiciales, pero al jefe político regional no se le ha tocado más allá de nombrarlo tangencialmente. ¿Por qué? Habrá que averiguar cómo se mueven para impedirlo. Otro escándalo de moralidad pública que no hay que olvidar.

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Jose(05005)01 de octubre de 2021 - 04:41 a. m.
Cecilia: a los lectores de este diario nos va pareciendo que eres repetitiva. Con la misma dinámica de tus columnas. Debes denunciar lo que sea, lo que esté flojo que se caiga. No nos sometas a hablar siempre de lo mismo. Análisis de otros temas y con fuentes distintas. Gracias
  • Jairo(86912)03 de octubre de 2021 - 11:23 a. m.
    El viejo truco; dejar de hablar para que el tema se pierda en el olvido.
colombia(76384)30 de septiembre de 2021 - 11:10 p. m.
Sera que este señor ex tiene paz interior y tranquilidad con todas esas atrocidades cometidas con previo conocimiento...? de lo que estoy seguro que la Justicia divina si existe y su final al igual que sus compinches no será nada agradable
Elvia(m61d9)30 de septiembre de 2021 - 09:30 p. m.
OK valiente periodista.
Martha(25230)30 de septiembre de 2021 - 07:52 p. m.
Cecilia,me uno denuevo para admirar su fiel compromiso con la verdad, y contra los delincuentes que prevalidos de sus cargos o excargos,siguen delinquiendo en este país,tapando un mega escándolo con otro de mayor calibre.La Budinem,no robo,pero no era apta para manejar semejante contrato billonario.
Lorenzo(2045)30 de septiembre de 2021 - 04:35 a. m.
"El humanismo europeo, lejos de ser la fuente del nazismo, estaba tan mal preparado para esta o cualquier otra forma de totalitarismo, que al tratar de entenderlo y situarlo, no podemos apoyarnos en su lenguaje conceptual o en sus metáforas tradicionales; esta situación, sin embargo, contiene una amenaza para el humanismo en todas sus formas: corre el riesgo de convertirse en irrelevante". Hannah
  • Lorenzo(2045)30 de septiembre de 2021 - 04:46 a. m.
    ...Arendt. Lo rescatable de la pensadora judía —actualizarla para entender el presente cogeculos rampante en Colombia— invita a trascender la "indignada diatriba". Lo primero por supuesto es la DENUNCIA -y ya llevamos décadas, in crescendo, desde el abismal El Aro. El punto es delicado pues, los conceptos de DECENCIA y HONESTIDAD (y otros) son insuficientes para llegar al fondo de esta DEGRADACIÓN
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