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Los últimos datos del DANE de agosto de 2019 mostraron una tasa de desempleo respecto a la población económica activa (PEA) de 10.8 %, Un año antes, la tasa fue 9.2%, es decir un aumento de 1.6 puntos porcentuales. Por su parte, la tasa de subempleo en el mismo periodo fue 27%, un año antes fue 26.7%. El subempleo se define por insuficiencia de horas, por competencias inadecuadas o por ingresos inadecuados. En agosto de 2019, 88.2% de los subempleados tenían ingresos inadecuados.
Si se considera la información referida al trimestre móvil junio – agosto, en 2019 la tasa de desempleo fue 10.3%, mientras que en el 2018 fue 9.3%. Las tasas de subempleo para dichos periodos fueron 26.9% y 26.3%, respectivamente.
De tal modo, entre desempleados y subempleados, en agosto de 2019 totalizaron 37.8% de la PEA; en agosto 2018 totalizaron 35.9%. Si se considera los trimestres móviles junio – agosto 2019 y 2018, entre desempleados y subempleados totalizaron 37.2% y 35,6%, respectivamente. Es decir, sea que se considere el mes de agosto o el trimestre móvil junio – agosto, casi 40% de la población económicamente activada colombiana no recibió ningún ingreso o recibió uno precario.
La razón es obvia: la economía no produce suficiente ocupación. Pero como en una economía de mercado las personas no pueden vivir sin ingresos, acaban creando su propio puesto de trabajo y, como la gran mayoría no tiene capital y su nivel de conocimiento es reducido, la ocupación que crean es de baja productividad. Por lo tanto, sus ingresos son reducidos y como ser formal les resulta costoso y no están dispuesto a reducir sus ingresos más aún, acaban, irremediablemente, siendo subempleados e informales.
Aquí hay dos cuestiones que deberían explicarse. La primera es por qué la economía no produce suficientes ocupaciones para los ciudadanos colombianos. La segunda es por qué esa situación viene agravándose.
Para algunos el agravamiento laboral tiene que ver con el aumento del salario mínimo en enero pasado, del orden de 6%, por encima de la tasa de inflación más el aumento de la productividad.
Tal afirmación desconoce que Explotación de minas y canteras (-15.5%), Suministro de electricidad, gas y agua (-9.1%), Actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler (-5.3%) e Industria manufacturera (-5.2%) fueron los sectores que desemplearon más trabajadores. En los únicos sectores en los que se produjo un aumento de la ocupación fueron Construcción (12.5%), Intermediación financiera (1.6%) y Servicios comunales, sociales y personales (0.3%).
Es evidente que la explotación de minas y canteras está declinando por el comportamiento negativo de sus precios internacionales. A su vez, las manufacturas están perdiendo competitividad vis a vis su competidor principal en cualquier mercado. La razón es clara: según datos del International Financial Statistics (IFS), entre julio de 2017 y julio de 2019 la devaluación del peso colombiano respecto al dólar fue 5.6% mientras que la del yuan chino fue 1.6%, pero si se consideran las inflaciones domésticas y devaluaciones de los socios comerciales respectivos, la devaluación real efectiva del peso fue 0% mientras que la del yuan fue 1%.
Es evidente que si minas y canteras y las manufacturas se desaceleran y contratan menos gente, demandarán y contratarán también menos servicios inmobiliarios y menos electricidad, lo que explicaría las disminuciones de sus ocupaciones respectivas.
Los mismos analistas identifican la causa de que la economía no produzca suficiente ocupación y, por lo tanto, genere este elevado nivel de desempleo y subempleo en unos costos laborales muy elevados ocasionados por la existencia de inflexibilidades laborales, un salario mínimo muy alto o porque las contribuciones sociales a cargo de las empresas son también muy onerosas.
Por eso proponen flexibilizar el empleo, es decir reducir los costos de desemplear a las personas, reducir las contribuciones sociales, y reducir el salario mínimo estableciendo salarios diferenciados por regiones o, como han sugerido últimamente, fijando un salario mínimo para jóvenes recién egresados como profesionales, por dos años desde su incorporación como trabajadores, equivalente al 75% del salario mínimo de los mayores. Mejor dicho, si se trata de reducir el salario de los trabajadores, la imaginación resulta creativa, aunque lo que seguramente ocurriría con esta medida es un desplazamiento permanente de personas mayores más costosas por jóvenes recién egresados (y más baratos).
En últimas el argumento de las reducciones salariales va en el sentido de que los menores costos laborales en las empresas las volverían más competitivas. De tal modo, podrían vender más, en consecuencia, producir más y, así, contratar más trabajadores.
Pretender hacer competitivas a las empresas reduciendo el salario no solo es inequitativo en un país con una elevada inequidad de ingreso sino además no es suficiente. Lo que en realidad conspira contra esa competitividad son unos costos financieros muy elevados respecto a los internacionales, por ineficiencias en los mercados de crédito, y la falta de competitividad cambiaria aludida.
En últimas, si la economía sigue basándose en sectores intensivos en capital, como minas y canteras, continuará la insuficiencia de ocupación. Se resolverá cuando cambie la estructura de la economía y la matriz energética, lo que implica volver competitivos a los otros sectores intensivos en mano de obra.
