Sobre la nueva era y sus consecuencias

César Ferrari
02 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.
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Hace poco menos de seis décadas (julio de 1963) se creó en Perú la primera institución académica de posgrado en administración en el mundo de habla hispana: la Escuela de Administración de Negocios para Graduados (ESAN), para formar gerentes a partir de ingenieros y abogados, principalmente. Nació en el marco de un convenio entre los gobiernos de Perú y Estados Unidos con la orientación y el apoyo de la Escuela de Administración de Negocios de la Universidad de Stanford, California.

Pocos años antes, aparecieron en las universidades peruanas los primeros programas de administración de empresas para añadirse a las carreras tradicionales de ingeniería, derecho y medicina. En Colombia, los primeros programas de administración se establecieron en las décadas de los años 40 y 60.

Como es de suponer, todas esas escuelas y programas adhirieron a las teorías o prácticas vigentes para la gestión de las empresas: las clásicas, desarrolladas para acompañar la segunda revolución industrial por Frederick Taylor (taylorismo), vinculadas a la organización y división sistemática y racional del trabajo para optimizar su productividad; por Henry Ford (fordismo), relacionadas con la producción en serie y la línea de ensamblaje, y por Henry Fayol (fayolismo), sobre el proceso correcto de la administración (planear, organizar, dirigir, coordinar y controlar); así como las más modernas desarrolladas por Peter Drucker, sobre la gerencia moderna de las empresas, y por Michael Porter, sobre las opciones estratégicas de las empresas en función de sus recursos, estructura industrial y restricciones institucionales.

La educación superior respondía así a la necesidad de los tiempos generada por la estrategia de sustitución de importaciones que América Latina aplicaba con entusiasmo. Se necesitaba formar a los gerentes y administradores, pero también a los ingenieros, abogados y médicos como empleados dependientes, para hacerse cargo de las nuevas empresas manufactureras, así como de la modernización de las existentes y la gestión de las grandes empresas públicas que proliferaban para desarrollar los sectores considerados entonces como “estratégicos”.

La política y los presidentes “reformistas” eran parte del contexto: Eduardo Frei (1964-1970) en Chile, Fernando Belaúnde (1963-1968) en Perú, Alerto Lleras Camargo (1959-1962) y Guillermo León Valencia (1962-1968) en Colombia, Rómulo Betancourt (1959-1964) en Venezuela, para mencionar a algunos. Nacían también en América Latina la planeación económica y social, las propuestas de reforma agraria y para una más equitativa distribución del ingreso, consideradas por la Alianza para el Progreso, creada en 1961 por el presidente John F. Kennedy, como alternativa a la Revolución cubana de 1959.

Pero ese mundo está desapareciendo y cambiando aceleradamente en muchas dimensiones. Lo está haciendo, primero, en los países desarrollados, pero también en los países asiáticos de reciente industrialización, en particular China. Tarde o temprano los seguirá América Latina.

Las nuevas maneras de producir están incluyendo, cada vez más extensivamente: robotización, teletrabajo, cero inventarios (vigente desde hace décadas), control de la producción por computadores, impresión en tres dimensiones, producción con grandes economías de escala pero a la medida individual de cada demandante, comercialización, ventas y pagos a través de internet y de transferencias electrónicas. Lo que se traducirá en menos empleo dependiente y más autoempleo de alta productividad; más importante, el empleo dependiente será minoritario.

Los cambios incluyen también: 1) la emergencia de una nueva matriz energética basada en energías limpias y renovables, que además son de bajo costo y distribuidas geográficamente, desplazando a la basada en combustibles fósiles, de alto costo y concentrada; 2) lo que en Colombia y en los países dependientes de esos sectores dará paso a una nueva estructura productiva; 3) una nueva geopolítica multipolar, donde Estados Unidos no continuará siendo el líder hegemónico; 4) la preeminencia de los mercados asiáticos en un mundo globalizado, por su dimensión y por la capacidad de compra de su clase media que en 2030 representará 65% de la clase media mundial, según el Brookings Institution; 5) nuevas formas de comportamientos y relaciones sociales, mayoritariamente virtuales; y 6) nuevas maneras de participación política.

 

Las nuevas maneras de hacer las cosas se darán a través de nanotecnologías, biotecnologías, inteligencia artificial y supercomputadoras, y será extensivo el consumo de nuevos productos como, por ejemplo, carne de res sin reses a partir de crecimiento celular en fábricas totalmente robotizadas, con 99% menos espacio que el usado actualmente, con cero emisiones de gas metano y con costos de producción mínimos. Tampoco será extraño usar vehículos sin conductores y vivir en casas que respondan a comandos de voz.

Así, fordismo, taylorismo y fayolismo no tendrán aplicación y, muy probablemente, las teorías de gerencia moderna y opciones estratégicas de las empresas serán revisadas para adaptarse a las nuevas tecnologías, mercados, relaciones sociales, política y geopolítica. Mejor dicho, aunque habrá fábricas gigantescas para producir con grandes economías a escala, subcontratando gran parte de sus procesos productivos, para vender en todo el mundo, funcionarán casi sin trabajadores, con pocos gerentes altamente calificados, organizados en estructuras jerárquicas muy planas.

Más aún, si la inteligencia artificial, sus aplicaciones y los robots desarrollan las cuestiones rutinarias, repetitivas y programables, es entendible que los estudiantes busquen formarse en lo que los robots no puedan sustituir, como profesiones que requieren y emplean empatía, o las que desarrollan visiones y tareas complejas y estratégicas. A su vez, si el autoempleo será dominante, es predecible que los estudiantes no busquen estudiar carreras para contratarse como empleados dependientes; seguramente, buscarán formarse en lo que específicamente les interese, privilegiando así educaciones muy cortas, modulares, referidas a la aplicación de tecnologías avanzadas. Es decir, los cambios, tecnológicos, geopolíticos y otro, conducirán también a cambios en la educación. ¡Mejor prepararse!

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