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La diana en África y una violencia a prueba de paz

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César Niño
05 de diciembre de 2025 - 10:00 p. m.
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La visión actual de Washington del mundo parece ser la de un tablero de tiro al blanco dividido por dianas. Cada diana representa un nivel de influencia determinado y una suerte de prioridad que se define por medio de notables transacciones. Desde la guerra en Gaza, la invasión de Rusia sobre Ucrania, los bombardeos en el Caribe y el cerco al régimen de Nicolás Maduro, hasta la República Democrática del Congo y Ruanda, todos son anillos de un tablero que podría llamarse la paz armada, a la brava.

El 4 de diciembre, Trump recibió al presidente de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi, y al presidente de Ruanda, Paul Kagame. La visita tuvo por objetivo firmar un acuerdo de paz entre ambos Estados africanos. El saldo, hasta el momento, ha dejado una crisis humanitaria gravísima: es el resultado de una guerra mundial africana, con más de 100 grupos armados coexistiendo en un espacio reducido, decapitaciones en las calles y violaciones a mujeres y niños. Por eso, la administración de Trump hace gala al decir que su idea de paz y el acuerdo son, por defecto, el mayor éxito diplomático de la historia africana: craso error.

Los recursos estratégicos y las tierras raras que hay en la zona despertaron un interés por la estabilidad de la región en grandes actores. Ahí, el dardo desde la Casa Blanca impactó en la diana. Por eso, este año, particularmente, ha acelerado la trayectoria del proyectil sobre la zona, al elaborarse una Declaración de Principios en abril, un Acuerdo de Paz y un Marco de Integración Económica en junio y noviembre, respectivamente. Hasta ahí, se puede sospechar que la creación de una gobernanza para la paz en la región ha tenido una importante carrera por definirse. Sin embargo, la realidad muestra otras cosas. Luego de la Declaración de Principios y del Acuerdo, la violencia parece filtrarse por las fisuras de las misiones diplomáticas de Estados Unidos y Catar. Hasta la madrugada del 4 de diciembre, las facciones y bandos seguían masacrando población y violando mujeres en las calles; el grupo M23 (grupo paramilitar congoleño que recibe apoyo de Ruanda) es uno de los responsables de la escalada de violencia. La paradoja es que, mientras existen grandes despliegues diplomáticos de Washington y Doha por contener la guerra, la violencia sale victoriosa en los márgenes de los acuerdos. Esto es una violencia a prueba de paz.

Una parte del territorio del este del Congo sigue bajo el control criminal del M23, al mismo tiempo que las fuerzas ruandesas permanecen en el Congo. Un acuerdo en estas condiciones no tiene mucho sentido, porque las causas estructurales de la violencia y la guerra a gran escala persisten y no han cambiado en absoluto. Estas tienen que ver con la colisión de intereses económicos ruandeses y congoleses sobre los recursos naturales y las tierras; la constelación criminal y sus vínculos con fuerzas estatales y paraestatales asociadas al genocidio ruandés; las gobernanzas criminales; la erosión de las instituciones; y la corrupción. De eso no hay nada en el acuerdo recién firmado. Washington parece obviar las causas estructurales; parece omitir que todos los acuerdos de este año se han violado. Entonces, ¿qué le hace pensar a Trump que esta vez dejará de haber violencia? Ni Tshisekedi ni Kagame se toleran en público, se insultan desde sus despachos, el presidente congoleño ha expresado públicamente un odio contra Ruanda, y las fuerzas de seguridad congoleñas y el M23 se han acusado mutuamente de violaciones del alto el fuego en los últimos días. No hay momentum para creer que puede haber un acuerdo y que, de él, una posible paz estable.

Trump no puede leer este conflicto como una diana; una mirada reducida del problema puede traer muchos y más peligrosos escenarios en breve. Estados Unidos no puede descartar que, en la región, perviven grupos armados con más capacidad que las propias fuerzas militares de los Estados circundantes. Estos actores tienen agendas diversas alrededor de cuestiones de seguridad, comercio y control civil. El afán por desactivar el conflicto, a través de un acuerdo flojo, permite que la violencia se fortalezca. Parece una política de acuerdos de paz con una noción rara de la paz, pero que solo es combustible para nuevas y recicladas violencias.

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César Niño

Por César Niño

Profesor de Relaciones Internacionales.@cesarnino4
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Atenas (06773)Hace 31 minutos
Cesar, los factibles e ilusos acuerdos de paz entre facciones a cuál más violenta o con grupos de criminales, por lo general son un canto a la bandera, eso de invitar a sus cabecillas a un diálogo de sordos bien puede tener el efecto contrario, q’ más se prendan de las mechas; tal como pasó con el indigno acuerdo entre Santos y las FARC, en el q’ el único perdió fue el país con esa proliferación de bandolas; pero cómo no intentarlo cuando la manía es vivir agarrados. Atenas.
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