En “Tipología de la novela policial”, acaso uno de sus trabajos críticos más aclamados, Tzvetan Todorov se remonta a principios del siglo XX para rastrear los orígenes del género. Aparece entonces una primera denominación, “novela de enigma”, cuya característica fundamental es la dualidad: “En ese tipo de novelas no hay una sino dos historias: la historia del crimen y la historia de la pesquisa”. El crimen ocurre “antes” de la experiencia de lectura mientras que la pesquisa es la forma como el lector se relaciona con esa experiencia.
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Aunque no se trata de una característica exclusiva de la “novela de enigma” (¿cuántas novelas habrán planteado estos mismos problemas?), lo cierto es que este tipo de novelas intentan “conciliar” la fractura: el crimen (“ausencia artificial”) y la pesquisa (“presencia real”). Estas novelas tienen, por lo general, una figura preponderante: un observador privilegiado que escribe un libro (o, si se quiere, “redacta” un informe) con un estilo llano y transparente.
En la segunda denominación, “novela negra”, las dos historias (el crimen y la pesquisa) se funden en una sola. O, mejor dicho: la segunda historia (la pesquisa) tiene una mayor relevancia ya que “el crimen no antecede a la historia sino más bien la historia comienza con el crimen”. Desde esta nueva perspectiva el interés se intensifica: a diferencia de la “novela de enigma”, en la cual los personajes principales (el narrador o el detective) son casi “inmunes” a cualquier peligro, en la “novela negra”, por el contrario, los personajes principales deben sortear situaciones extremas e incluso pueden morir.
Según Todorov, la fricción entre ambas categorías embrionarias (“novela de enigma” y “novela negra”) no solo sería ineludible, también potenciaría la vitalidad del género: “Se podría decir que a partir de cierto momento la novela policial siente, como peso injustificado, las obligaciones que constituyen su género y se deshace de ellas para constituir un nuevo código. La regla del género es percibida como molestia desde el momento en que ella no se justifica más en la estructura del conjunto. Así, en las novelas de Hammett y Chandler el mismo misterio global se convirtió en puro pretexto, y la novela negra que le sucedió se deshizo de él para elaborar mejor esta otra forma de interés que es el suspenso y concentrar la descripción alrededor de un ambiente”.
Es indudable que los usos, los desvíos y los cruces del género policial han sido fructíferos en materia literaria, en especial cuando los escritores se apropian de las leyes del género y al final se deshacen de esas mismas leyes (como quien se deshace del arma homicida en el fondo de la noche) solo por el placer de propiciar un nuevo orden narrativo. Estos escritores no suelen moverse “dentro” de los límites asfixiantes del género; solo van hacia el género y lo llevan a su propio territorio. Dice Todorov: “Se podría decir que todo gran libro establece la existencia de dos géneros, la realidad de dos normas: la del género que transgrede, que dominaba la literatura anterior, y la del género que instaura”. Así es. Y gracias a ese reordenamiento se puede hablar de literatura a secas en vez de “arte popular”.