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La novela dentro de la novela

Luis Fernando Charry

07 de abril de 2023 - 09:05 p. m.

La novela ha afrontado varias crisis de identidad a lo largo de la historia. El término mismo estaría en desuso, según Juan José Saer, desde el advenimiento de Madame Bovary: “Todavía se sigue llamando novela a un trabajo que, desde Flaubert, se ha transformado en otra cosa y que los malos hábitos de una crítica perezosa siguen confundiendo con la novela. El vocablo «novela» es restrictivo: la novela, género ligado históricamente al ascenso de la burguesía, se caracteriza por el uso exclusivo de la prosa, por su causalidad lineal y por su hiperhistoricidad. La novela es la forma predominante que asume la narración entre los siglos XVII y XIX. Esa forma, transitoria e impregnada de valores históricos, no es ni una culminación ni una clausura, sino un caso entre muchos otros”.

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Saer está retomando los postulados de Lukács, cuyo concepto de novela se rige por un marco preciso: “Entre la epopeya y la novela —las dos objetivaciones de la literatura épica— la diferencia no está en las disposiciones interiores del escritor, sino en los datos histórico-filosóficos que se imponen a su creación”. Esta diferenciación, de acuerdo con Benjamin, tendría un elemento distintivo: “Lo que distingue a la novela de la narración (y de lo épico en su sentido más estricto) es su dependencia esencial del libro. La amplia difusión de la novela solo se hace posible gracias a la invención de la imprenta”. La novela, pues, como género literario, como cualquier cosa viva, ha mutado con el tiempo.

De esas mutaciones hay una en extremo moderna: las novelas que “narran” la historia de otra novela (la otra cara de esta vertiente serían las novelas que “analizan” otras novelas). Esta categoría novelística se remonta al comienzo del siglo XVII, en concreto a la aparición de la primera parte de El Quijote: en esa novela cabría, si fuéramos demasiado inflexibles, toda la literatura universal y por eso su lectura podría garantizarnos el conocimiento pleno del arte de narrar. En definitiva, El Quijote fue la “primera novela”; sin ese referente nada o casi nada de lo que vino después habría sido posible, incluyendo las novelas que “analizan” otras novelas.

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En estas novelas hay por lo general un narrador en tercera persona que se impone la tarea de “analizar” otra novela. Para llevar a cabo ese análisis utiliza los mismos recursos de cualquier crítico literario. Así, no solo establece el verdadero sentido del texto sino también subraya los errores, las apropiaciones indebidas, los contrasentidos. Ese análisis —acertado o desacertado— se convierte al final en la “novela” que los lectores leemos. Desde luego, no se trata de un fenómeno “posmodernista”, como muchos críticos norteamericanos han señalado en relación con la obra de John Barth, Thomas Pynchon o Donald Barthelme, entre otros. Sin ir tan lejos, a mediados del siglo XX Nabokov escribió Pálido fuego, o Borges, sin ser novelista, escribió “Pierre Menard, autor del Quijote” o “Examen de la obra de Herbert Quain”.

Aparte de Nabokov y Borges, se me ocurren esta mañana otros nombres notables: Manuel Mujica Lainez, Steven Millhauser, Stanislaw Lem, Lee K. Abbott, Stanley Elkin, William Gass, Joshua Cohen. Y otros, muchos otros.

Por Luis Fernando Charry

Escritor, periodista y editor
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