Julio Cortázar solía quejarse con frecuencia de la falta de humor en la literatura latinoamericana (los curiosos pueden consultar su correspondencia, sus intervenciones públicas o el libro de entrevistas con Omar Prego Gadea). Tenía razón: a los escritores latinoamericanos el humor los oprime. Y esa opresión los vuelve un poco más solemnes de lo que ya son.
Por Luis Fernando Charry
Escritor, periodista y editor
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