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“Soldados de Salamina”, la novela

Luis Fernando Charry

14 de julio de 2023 - 09:05 p. m.

En 2003 David Trueba adaptó al cine Soldados de Salamina, la novela más famosa del escritor español Javier Cercas. Quizás el aniversario pase desapercibido (con razón: la película es muy mala y la novela también), lo que no quiere decir que no amerite una o, a lo sumo, dos columnas de opinión: una sobre la novela y otra sobre la película.La novela está dividida en tres partes. En la primera —“Los amigos del bosque”— el narrador, un tal Javier Cercas, periodista con aspiraciones literarias, recapitula cómo empezó todo: “Fue en el verano de 1994, hace ahora más de seis años, cuando oí hablar por primera vez del fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas. Tres cosas acababan de ocurrirme por entonces: la primera es que mi padre había muerto; la segunda es que mi mujer me había abandonado; la tercera es que yo había abandonado mi carrera de escritor”. Enfático y didáctico, Cercas (el narrador, se entiende) “anuncia” cuántas cosas le pasaron y a continuación las enumera, separándolas además con un punto y coma.

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A partir de ahí se sumerge en una investigación de corte periodístico donde no escasean los recursos literarios: citas de artículos y documentos (en la página 59 hay una “imagen” de la libreta en la que Sánchez Mazas llevó un diario), conversaciones con tufo de entrevistas, asociaciones de corte intelectual (con el poeta Antonio Machado, por ejemplo). En resumen: la novela adopta la estructura de una novela negra en la cual Cercas va siguiendo cada pista con el propósito de esclarecer el enigma. Así, al final de la primera parte ya ha reunido casi todas las piezas para escribir la historia de Sánchez Mazas: quién era, qué hizo, cómo se salvó del fusilamiento.

De eso se trata la segunda parte: “Soldados de Salamina”. El tiempo aquí se remonta hasta 1913. Por esa época Sánchez Mazas tiene 19 años y se consume por los espejismos de la poesía; de su producción precoz sobresalen tres sonetos titulados “Bajo el sol antiguo”. Dice Cercas: “Yo no sé si al final de sus días, 50 años después de escribir esas palabras, Sánchez Mazas era un viejo libertario, pero sin duda era un viejo poeta cortesano”. Yo habría preferido que solo fuera un viejo libertario (o, en su defecto, que Cercas tuviera el sentido de la ironía mucho más afinado: uno de esos sonetos precoces es tan malo que no valía la pena que lo citara in toto).

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En la tercera parte —“Cita en Stockton”— salen a relucir las costuras de la trama. Cercas ya ha terminado de escribir un libro titulado Soldados de Salamina: “Eufórico, lo leí, lo releí. A la segunda relectura la euforia se trocó en decepción: el libro no era malo, sino insuficiente, como un mecanismo completo pero incapaz de desempeñar la función para la que ha sido ideado porque le falta una pieza. Lo malo es que yo no sabía cuál era esa pieza”. Cercas vuelve a trabajar al periódico y empieza a hacer una serie de entrevistas a grandes personalidades. El “primer” entrevistado es el escritor chileno Roberto Bolaño; y Bolaño, claro, “intuye” cuál es la pieza que le falta a Soldados de Salamina.

Cuando la suerte (o la divina providencia) interviene en la resolución de la trama todos los elogios sobre esa novela carecen de validez.

Por Luis Fernando Charry

Escritor, periodista y editor
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