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“Triste fin de Policarpo Quaresma”

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Luis Fernando Charry
13 de diciembre de 2025 - 05:03 a. m.
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Triste fin de Policarpo Quaresma, de Lima Barreto, se publicó por entregas en el Jornal do Commercio de Río de Janeiro entre agosto y octubre de 1911. Fue un éxito, como muchas otras novelas folletinescas de principios del siglo XX, y cuatro años más tarde apareció por primera vez en libro. Desde entonces Barreto —prolífico no solo en el ámbito literario sino también periodístico— ha hecho parte del canon de la literatura brasileña junto a figuras de la talla de Guimarães Rosa, Mario de Andrade o Machado de Assis. Sin embargo, la inclusión de Barreto ha sido puesta en entredicho por algunos especialistas ya que escribir una “novela nacional” no sería suficiente para acceder a los marmóreos salones de la gloria literaria.

Al margen de los peligros naturales que conlleva la escritura de novelas de corte nacionalista, Triste fin de Policarpo Quaresma tiene un mérito indudable: su personaje central, Quaresma, un burócrata ultranacionalista cuyas obsesiones menores —literarias y científicas— se compaginan con una obsesión mayor: ser el artífice de la identidad nacional. Por supuesto, esta utopía no es muy bien vista por muchos de sus contemporáneos, de modo que su vida entra poco a poco en una espiral destructiva. En parte por su ingenuidad y en parte por su admiración hacia Floriano Peixoto, Quaresma pasa una temporada en un manicomio, fracasa en sus negocios agrícolas y termina en la cárcel. Por una disposición de Floriano Peixoto —el “florianismo” fue el primer antecedente de lo que pasaría a lo largo de la política brasileña del siglo XX, es decir: el culto a la personalidad de ciertos tiranos megalomaníacos que han tenido el buen gusto de enamorarse de sí mismos (hay ejemplos de sobra de este fenómeno en la actualidad política del mundo)—, Quaresma contempla los destellos de su cruzada utópica antes de la hora del fusilamiento.

Sin duda Quaresma podría ser la figura modélica para todos aquellos que tratan de interpretar en vano la psicología de ciertos personajes inclasificables. Como los anarquistas de Roberto Arlt, como los locos de Cervantes, como el célebre dueto conformado por Bouvard y Pécuchet, el destino de Quaresma parece ser el mismo de otros grandes personajes literarios: sobrevivir a las vicisitudes del argumento o desplazar el argumento a un segundo plano. Así, podemos olvidar una parte o la totalidad de la trama, pero no podemos olvidar ya el temperamento de Quaresma. En esta instancia debemos preguntarnos por qué permanece en el imaginario colectivo. ¿Es acaso por la desmesura de la utopía o por la representación de la problemática nacional? ¿Qué se propuso Lima Barreto (si es que se propuso algo): hacer “literatura panfletaria”, literatura a secas o dejar para la posteridad una “novela nacional”?

Independientemente de la respuesta de los especialistas o de los lectores con aspiraciones críticas, Triste fin de Policarpo Quaresma esquiva con éxito la pesadez de las novelas sobre la identidad nacional y explora una vez más las fricciones entre la alta y la baja cultura o, si se quiere, las fracturas entre civilización y barbarie con las cuales Sarmiento construyó ese gran artefacto inclasificable llamado Facundo.

Luis Fernando Charry

Por Luis Fernando Charry

Escritor, periodista y editor
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