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Pactar consensos por el bien común

Clara López Obregón

24 de octubre de 2021 - 11:59 p. m.

Los líderes mundiales de los países del G7 están camino de reemplazar el Consenso de Washington por un nuevo contrato social internacional. En la reunión del pasado mes de junio, delinearon sus grandes metas o misiones, como las denomina Mariana Mazzucato, quien hizo parte del panel de siete expertos que elaboró las recomendaciones para el nuevo Consenso de Cornwall. El nombre corresponde al condado de Cornualles, al sur de Inglaterra, sitio ceremonial donde se llevó a cabo la histórica reunión que llamó al cambio de paradigma en la economía de mercado y la globalización.

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El documento del Panel del G7 sobre Resiliencia Económica Global: Avanzando Mejor plantea que las grandes economías deben llamar a los países del mundo a colaborar para conseguir objetivos sociales, construir la solidaridad internacional y reformar la gobernanza mundial en interés del bien común. Las limitaciones del fundamentalismo de mercado neoliberal venían manifestándose desde antes de la pandemia, pero ésta las hizo insostenibles. Plantean que la perspectiva de la sola obtención de utilidades a corto plazo debe ceder a ambiciosos esfuerzos colaborativos de largo aliento y que la redistribución a posteriori, por conducto de la fiscalidad, debe completarse con la distribución previa, a través de la adecuada retribución del trabajo.

Los gobiernos de los Estados Unidos, Japón y las principales economías europeas llaman a una nueva forma de gobernanza capaz de catalizar las energías, la creatividad y el esfuerzo financiero de las sociedades. Reconocen que el Estado no puede seguir en la banca, sino que debe asumir un rol protagónico y articulador de los esfuerzos de todos: del sector público, la empresa privada, las organizaciones sociales y sindicales, la academia y la ciudadanía. Cada cual deberá aportar a los cambios estructurales en sus patrones de producción, distribución y consumo para asumir los retos abismales de la emergencia climática, el control de las pandemias y la desigualdad polarizante, que están deteriorando la democracia, el bienestar social, la economía y la vida misma.

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Aunque antecedió al Consenso de Cornwall, el Pacto Histórico al que convoca Gustavo Petro se enmarca en las nuevas corrientes del pensamiento contemporáneo. Los retos son mundiales y Colombia debe hacer su parte. Son tan profundas las transformaciones que la realidad exige y tan alto el salto que debe dar nuestro país —que no ha resuelto temas precapitalistas como el de la tierra— que no hay camino distinto al de pactar para llegar a acuerdos entre los distintos sectores y poderes de la sociedad. Es indispensable un pacto de dimensión histórica para participar de este nuevo consenso mundial que busca avanzar hacia la descarbonización del planeta y la elevación de los estándares laborales y de bienestar, por lo menos, a los mínimos convenidos en la Organización Internacional del Trabajo.

Importa tanto el método como el contenido: se trata de pactar para acordar los cambios. Por ello, el Pacto Histórico no es la amenaza que pintan, sino el camino hacía transformaciones pactadas, como plantean los países más poderosos del planeta.

Por Clara López Obregón

Excandidata a la Presidencia de la República, exalcaldesa (e) de Bogotá
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