Pagar impuestos para ser más ricos
Clara López Obregón
La reciente reunión del G20 decidió implementar una tarifa impositiva mínima mundial del 15 % a las grandes corporaciones internacionales (con ingresos superiores a €750 millones) con el fin de ponerle piso a la carrera hacia el fondo en el cobro de impuestos por parte de los países en su afán de atraer la inversión extranjera. A esta competencia tributaria se suman el aprovechamiento de las oportunidades para la elusión tributaria que contienen los estatutos tributarios de los distintos países y la persistencia de los paraísos fiscales, como lo ilustran los papeles de Panamá y de Pandora. La OCDE calcula el recaudo dejado de percibir por los países en desarrollo en unos US$100.000 a US$240.000 millones anuales, lo que equivale a entre el 4 % y el 10 % del recaudo global de los impuestos a la renta empresarial.
Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.
La reciente reunión del G20 decidió implementar una tarifa impositiva mínima mundial del 15 % a las grandes corporaciones internacionales (con ingresos superiores a €750 millones) con el fin de ponerle piso a la carrera hacia el fondo en el cobro de impuestos por parte de los países en su afán de atraer la inversión extranjera. A esta competencia tributaria se suman el aprovechamiento de las oportunidades para la elusión tributaria que contienen los estatutos tributarios de los distintos países y la persistencia de los paraísos fiscales, como lo ilustran los papeles de Panamá y de Pandora. La OCDE calcula el recaudo dejado de percibir por los países en desarrollo en unos US$100.000 a US$240.000 millones anuales, lo que equivale a entre el 4 % y el 10 % del recaudo global de los impuestos a la renta empresarial.
No es tarea fácil. La pregunta que surge es: ¿sobre cuál base tributaria se calculará ese 15 %? Aun cuando desde el 2013 140 países, incluida Colombia, discuten acuerdos internacionales para establecer reglas comunes y poner en cintura a las grandes empresas que eluden contribuir con su parte a la financiación pública, no es todavía claro que la tarifa convenida aumente los recaudos. De una parte, las múltiples gabelas, exenciones y beneficios que los congresos del mundo han conferido a las empresas hacen que la tasa real o efectiva de tributación se distancie enormemente de la tasa nominal, la que aparece en los textos. De otra parte, nada se avanzó frente a la eliminación de los paraísos fiscales y de sus prácticas opacas que facilitan la evasión de impuestos.
En Colombia —donde la ANDI pregona, siguiendo un indicador ya revaluado del Banco Mundial, que los empresarios tributan el 70 % porque suman tasas nominales del impuesto sobre la renta, los parafiscales y los impuestos locales—, la tasa efectiva, como lo muestran los estudios de Garay y Espitia y también de Villabona de la Universidad Nacional, llega en el mejor de los casos al 15 % para los bancos y solo al 7 % para muchos de los otros sectores económicos. Ya los veremos reclamando que bajen la tasa nominal del imporrenta del 33 % de la última reforma tributaria al 15 % del mínimo mundial. La realidad es que se podría bajar la tasa nominal —pero no tanto—, siempre y cuando se eliminaran todas las gabelas que distorsionan la realidad tributaria de los poderosos del país.
El acuerdo del G20 establece unas pocas y seguramente insuficientes reglas en esa dirección. Una de ellas es el redireccionamiento del 25 % de las ganancias residuales de las grandes corporaciones hacia los países donde se han generado y no solamente al país designado como domicilio, que seguirá siendo un paraíso fiscal o un sucedáneo como el estado de Delaware en EE. UU. Solamente con recursos tributarios aumentados, los gobiernos podrán asumir los dos grandes desafíos contemporáneos: la amenaza existencial de la emergencia climática y la creciente desigualdad que polariza y pone en vilo la gobernabilidad. Por fin los poderosos del mundo empiezan a comprender que los ganadores de la globalización deben pagar impuestos para hacer más ricas a las sociedades.