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Son los salarios, ¡estúpido!

Clara López Obregón

06 de diciembre de 2020 - 10:00 p. m.

La pandemia cambió todo. Lo que era una lenta recesión se convirtió en la caída más grande del producto interno desde la crisis del año 30 del siglo pasado. El FMI prevé una contracción del PIB mundial de -4,4 % y de -8,4 % en Colombia. Esa contracción significa una enorme reducción de la demanda en la economía que se manifiesta en las altísimas tasas de desempleo, muy baja ocupación, la quiebra de un alto número de negocios y la reducción de salarios y nóminas en las empresas formales.

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¿Cómo, entonces, reactivar una economía en reverso? Pues aumentando la demanda interna, es decir, la capacidad de consumo de la gente por vía del aumento de salarios y reducción del IVA. La fijación de un robusto salario mínimo debe dar ese mensaje. En reciente editorial, The New York Times propuso precisamente eso: subir salarios. La casa editorial recuerda cómo el aumento de salarios de Henry Ford permitió que sus trabajadores compraran automóviles, convirtiéndose en un emblemático éxito empresarial del siglo XX.

En contravía al sentido común, con o sin pandemia, el Gobierno nacional insiste en aplicar la misma medicina de precarización laboral y tributación regresiva que tenía cojeando a la economía desde antes del COVID-19. Repetir la fórmula llevará al fracaso. Veamos dos ejemplos.

El Decreto 1174 de 2020 —que debe derogarse de inmediato— introduce un contrato a tiempo parcial que exime al empleador del salario mínimo legal, la contribución patronal a pensiones y las demás prestaciones y garantías laborales vigentes, como el descanso dominical y las vacaciones. Es de suponer que el personal licenciado durante la pandemia que se reenganche a partir de su vigencia en enero ya no lo hará con el contrato laboral de trabajo decente sino con este contrato cero, que eleva la explotación laboral a niveles inéditos. El resultado será una menor demanda agregada, más desigualdad y menos productividad y crecimiento.

Una intervención de Santiago Levy, el director de la Misión de Empleo creada por el Gobierno para abordar el desempleo agravado por la pandemia, augura más de lo mismo. Ante el Consejo de Competitividad, atribuyó el alto nivel de informalidad y de baja productividad del país a la “configuración de impuestos y subsidios”, sin reparar en otras explicaciones como el poder de mercado, la automatización o el rentismo en la economía. Conjugando con sus escritos, se puede prever que propondrá eliminar lo que queda de las contribuciones de los empleadores a las pensiones, el SENA y las cajas de compensación, aun cuando su reducción sustancial en 2012 no impactó el empleo ni la productividad. Esa vieja aspiración de los gremios, al lado de mayores beneficios tributarios para los de arriba, implicaría más impuestos para las clases medias y trabajadoras por conducto del aumento del IVA y la supresión de las exenciones a bienes de primera necesidad.

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Estas medidas reducirán aún más el poder de compra de los trabajadores que jalona los negocios. Con menos demanda la economía colombiana y el bienestar social se irán a pique. El Gobierno debe recapacitar. El problema es de demanda: son los salarios, estúpido.

Por Clara López Obregón

Excandidata a la Presidencia de la República, exalcaldesa (e) de Bogotá
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