La producción cultural es la “base para el bienestar, la reconciliación, el reconocimiento intercultural y la construcción de ciudadanías libres y sensibles para el crecimiento económico”.
La frase la dijo el hoy presidente de la República, Gustavo Petro, cuando era candidato presidencial. Se lee lindo y suena mejor, ¿cierto? Como candidatos los políticos dicen tantas pero tantas cosas con tal de quedar bien y son tantos pero tantos los ciudadanos que les creen, para al final comprobar que en términos de mentiras y globos de ilusiones todos, sin distinción de ideología, son iguales. Escribirlo me produce un profundo pesar.
El 27 de febrero de este año, es decir, hace 67 días, a través de una alocución, el presidente Petro anunció el retiro de tres ministros, entre ellos la de Cultura, Patricia Ariza, una escritora y artista que cuando fue nombrada despertó enormes expectativas sobre lo que sería la implementación de las promesas de campaña. Un golpe de opinión importante ocurrió el 28 de octubre de 2022 con el aviso del “Estallido cultural por la paz y por la vida”, que según la entonces ministra iba a impactar “en más de 200 municipios de Colombia y, además, un asunto muy importante es que va a estar en ocho países”.
La clave de ese “estallido” es que nació como una iniciativa ciudadana que luego recogió el Gobierno para transformarla en política pública y, con eso, empezó a incentivar los sueños de quienes creemos firmemente que la cultura salva a una sociedad. Lo que ocurrió después fue que Ariza convirtió ese ánimo en seis objetivos estratégicos para marcar la ruta del sector: Cultura de paz; Cultura, artes y saberes para la vida; Memoria viva y saberes; Colombia en el planeta y en el mundo; Gobernanza cultural, y Poblaciones activas.
Pero resulta que el pasado 26 de abril hubo una segunda crisis ministerial en la que fueron reemplazadas las cabezas de siete ministerios y no hubo, ni hay hasta ahora, una sola mención sobre la interinidad en el Ministerio de Cultura. Allí sigue encargado Jorge Zorro quien, cuando sacaron a Ariza, pidió la renuncia protocolaria de todos los altos funcionarios directivos y hoy cuatro de esos seis puestos siguen en encargo. Esto, no hay que explicarlo más, deja la peor incertidumbre en una cartera que maneja un presupuesto de $700.000 millones.
Incertidumbre y rabia, porque ya estamos habituados a un presidente que pasa muchas horas de sus días en Twitter respondiendo hasta por cosas que parecen de adolescentes y, en cambio, no ha tenido unos minutos para contestar las cartas que los gestores culturales de todo el país le han mandado pidiendo que atienda sus demandas.
Muy soberbio, presidente Gustavo Petro, y muy mentiroso, porque usted también llegó al poder gracias a esos movimientos culturales que creyeron en su cambio y hoy los ignora con un trato peor que el que reciben los delincuentes.
El 28 de abril El País de España publicó un artículo titulado “Ministerio de Cultura: en la trastienda del Gobierno de Petro”, y allí la periodista Catalina Oquendo, entre muchas cosas, menciona la posible injerencia de Verónica Alcocer en los asuntos de esa cartera. ¿Será una combinación de eso y de una pelea de cuotas políticas lo que tiene sumido al Ministerio en un olvido jamás visto en Colombia?
“Hubo un tiempo en que la política casaba bien con la cultura. Me refiero a Grecia y Roma. Las corrientes filosóficas, científicas y estéticas crecieron cómodamente con la res publica”, señaló el escritor barcelonés J. Ernesto Ayala-Dip. Esos tiempos, para el lamento de los pueblos, quedaron en ese olvido tan afortunado para los políticos porque les permite tener atada a una ciudadanía bárbara e ignorante incapaz de levantarse frente a los déspotas.
*Al momento del cierre de esta columna, algunos medios informaron que, tal vez, la actriz Jennifer Steffens sería la nueva ministra de Cultura.
** Periodista. @ClaMoralesM