Se sienten en el ambiente unas ganas tremendas por encontrarle una enfermedad mental a Gustavo Petro. Paralelo a ello, todos los días vemos una variopinta gama de carroñeros montados en las ramas de las redes sociales insinuando otros males que les fascinaría que el presidente padeciera.
No es fortuita la especulación alrededor del comportamiento del primer mandatario y él lo tiene claro, a pesar de que siempre se defiende sin necesariamente dar las explicaciones que merecen los ciudadanos. El 24 de julio de este año, La Silla Vacía publicó un artículo titulado “Petro ha incumplido su agenda 82 veces desde que es presidente”, número que resulta de la revisión que hicieron los periodistas —desde el día que se posesionó Petro— de la información divulgada en el chat de medios de la Presidencia, el portal de la agenda presidencial, notas de prensa que citan a los sectores a los que el presidente les incumplió, etc.
Pasado el mes de agosto y entrado el mes de septiembre el número de ausencias sin justificación va al alza.
El incumplimiento es una de las muchas formas de irrespeto y no hay duda de que ese comportamiento abre un boquete para múltiples especulaciones, sin contar con que a los públicos que el presidente ha dejado plantados les está diciendo que realmente poco o nada le importan.
Dicho eso, aparece en escena Juan Fernando Petro, hermano del presidente, con unas declaraciones ambiguas, torpes e innecesarias que dio el domingo en el programa Los Informantes: “Cuando éramos jóvenes, éramos personas muy divertidas. Cuando empezó la adolescencia, hubo un cambio brutal tanto en él como en mí. Mi papá nos llevó al psicólogo y el psicólogo dijo que teníamos el síndrome de autismo, el asperger”. El lunes habló en Mañanas Blu y señaló sobre esa entrevista que “hay un contexto mayor que fue suprimido” y que el presidente Petro no fue diagnosticado con autismo.
“Quien no sabe callar no sabe hablar”, es un dicho antiguo que algunos adjudican a Pitágoras de Samos.
El dicho cae perfecto para Juan Fernando Petro y también para la gente que decidió asociar el asperger y el autismo a enfermedades mentales con el único fin de clavar las garras en una presa llamada Gustavo Petro para “sustentar” su incapacidad como gobernante y sin detenerse un segundo a pensar que si en realidad el presidente tuviera autismo lo primero que necesitaría sería empatía y que, en segundo lugar, ello no afecta la capacidad profesional de las personas.
Los carroñeros no entienden que el uso de una enfermedad mental (cierta o inventada) para atacar a un político también es una afrenta contra todas las personas que las padecen y lo que logra es que quienes necesitan ayuda se aíslen aún más por miedo a una injusta estigmatización.
“El 44,7 % de niñas y niños tienen indicios de algún problema mental. En la adolescencia los trastornos más frecuentes son la ansiedad, fobia social y depresión; la ideación suicida se presenta en el 6,6 % de esta población”, reportó el Ministerio de Salud el 10 de octubre de 2022, Día Mundial de la Salud Mental.
Es un deber ciudadano exigirle al presidente de Colombia información transparente sobre sus acciones. Es un deber del presidente de Colombia informar y dar claridad a los colombianos sobre su proceder. Pero de ahí a cargar escopetas para ir a su caza con una enfermedad mental pasando por encima de los mínimos principios éticos y de responsabilidad humana, hay otro trecho.
* Periodista.