En Colombia, hablar y escribir a “los putazos” se volvió una práctica común. Entre algunas audiencias el lenguaje vulgar, ofensivo, grosero y vacío es visto como gracioso o como la muestra de un carácter fuerte y de valentía.
Ni gracioso ni valiente.
(Me disculpo de antemano por usar esa palabra. Me produce escozor escribirla, pero es justo lo que necesito que ocurra para hilar el objetivo de esta reflexión).
Ustedes lo han visto: hay ciertos ciclos de la realidad, como esta época electoral, en los que los ciudadanos del común y variadas figuras influenciadoras apelan a lo más ramplón de su repertorio para sumar adeptos. Y lo logran....

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