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A “los putazos”

Claudia Morales

03 de junio de 2022 - 12:30 a. m.

En Colombia, hablar y escribir a “los putazos” se volvió una práctica común. Entre algunas audiencias el lenguaje vulgar, ofensivo, grosero y vacío es visto como gracioso o como la muestra de un carácter fuerte y de valentía.

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Ni gracioso ni valiente.

(Me disculpo de antemano por usar esa palabra. Me produce escozor escribirla, pero es justo lo que necesito que ocurra para hilar el objetivo de esta reflexión).

Ustedes lo han visto: hay ciertos ciclos de la realidad, como esta época electoral, en los que los ciudadanos del común y variadas figuras influenciadoras apelan a lo más ramplón de su repertorio para sumar adeptos. Y lo logran. Hay algo que llama la atención y es que un pensamiento que se está usando para justificarlo es que es la manera más segura para acercarse a los jóvenes.

¿Es más efectivo decir a sus hijos, por ejemplo, “laven esos putos platos”, que “por favor, denme una mano con la loza sucia”? ¿Llega más fácil a los jóvenes una idea sobre un candidato que lo describa como “guerrillero con ojos de sapo” o “ingeniero decrépito”? ¿Se hace conciencia social y política si un influenciador empieza o termina sus tuits con la palabra “hijueputas” para referirse a sus contradictores?

“El lenguaje corrompe el pensamiento”, es una frase de George Orwell a la que añado que el lenguaje grosero debilita el debate, anula la altura de las ideas y la creatividad del razonamiento. El lenguaje vulgar demuestra los límites de la mente y eso no es lo que queremos para una población joven que necesita informarse adecuadamente, formar su criterio y salir de un rebaño tan conveniente para el sistema político dominante.

Consultado para esta columna, el escritor, columnista y profesor Mauricio García Villegas asegura: “Las palabras son importantes. En Colombia el exceso de las palabras ha llevado al exceso de los actos. Las guerras se han hecho en buena parte con palabras. Eso pasó en la época de la Violencia; los ánimos se calientan con las palabras fuertes, exageradas y excesivas de cada uno de los actores. Eso alimenta los odios y los odios alimentan la violencia”.

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Entonces, ¿cuál es una salida?: “Tenemos que cultivar más las buenas maneras y el lenguaje que reconozca a la otra persona. El resentimiento en Colombia, que es una emoción muy extendida, no solo es el producto de la discriminación sino de la falta de reconocimiento en las palabras. Hay que ser honesto intelectualmente y por eso las palabras deberían ser justas”, agrega García.

Me siguen pareciendo horribles las palabras usadas en el titular y en otros párrafos. Me avergüenzo. Y espero que quienes las hayan leído sientan lo mismo. Hubiera podido ser más sutil. Hubiera podido no ser grosera. Hubiera podido invitar a pensar en el lenguaje sin ser vulgar. ¿Ven la diferencia?

Pensemos en lo siguiente: ¿en cuánto contribuimos quienes tenemos cuentas en las redes sociales cuando seguimos y replicamos a aquellos que validan sus ideas con un lenguaje soez? Algunos programas radiales y televisivos entran en esa crítica.

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Cuando Alejandro Gaviria era precandidato presidencial, algunas personas decían que era difícil su conexión con los jóvenes porque su lenguaje era muy intelectual. Le concedo algo de razón a esa conclusión y creo que es pertinente un debate sobre las formas en el lenguaje para cautivar a los distintos públicos. Pero la grosería no, nunca. No menospreciemos la capacidad de entendimiento de los ciudadanos de este país.

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*Periodista. @ClaMoralesM

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