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Ambientalistas no extremos

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Claudia Morales
07 de noviembre de 2014 - 03:14 a. m.
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Viví dos años en Australia, uno de los lugares más conscientes de la importancia de preservar los recursos naturales.

Allí está la Gran Barrera de Coral, el mayor sistema coralino del mundo y Patrimonio de la Humanidad desde 1981. Esa barrera está en sus peores condiciones como consecuencia del cambio climático, dice la Academia de la Ciencia de Australia, mientras que el Gobierno argumenta que el mayor impacto contra ese ecosistema proviene de las tormentas y los ciclones. El debate se ha planteado a lo largo de este año, ha sido portada de los medios australianos y objeto de análisis de los expertos en otros países. He leído las noticias e informes oficiales sobre el tema y he notado que los intercambios de ideas, desde orillas completamente opuestas, han sido respetuosos, sobrados de argumentos interesantes y muy enfocados, sin distinción de ideología, en buscar rápidamente la respuesta para salvar ese, que es uno de los sitios más bellos que he visto en mi vida.

Del respeto de las ideas por un tema de la mayor trascendencia en Australia, me detengo en Colombia. Aquí intentamos emular a esa Europa del siglo XIX que creía que sólo a punta de petróleo era posible conseguir el desarrollo, a pesar de evidencias contrarias como la que presenta en su último informe el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), del 2 de noviembre de 2014. El IPCC advierte sobre lo vital que es lograr un balance entre evolución y mitigación y crear soluciones tecnológicas innovadoras porque, de no hacerlo, el mundo se enfrentaría a consecuencias irreversibles. A la par con eso llega a Colombia el fracking, con un gobierno que nos habla de buenas calificaciones en la economía, pero a la vez nos cuenta que hay que ahorrar porque el Estado ha gastado a manos llenas y nos esconde que en seis años tendríamos un hueco fiscal inatajable y que las reservas del petróleo serán para ese momento prácticamente inexistentes. Hay que hacer fracking, de afán, claro, entre otras porque a Barack Obama le gusta mucho esa práctica, como lo dijo el ministro Vallejo en una reciente entrevista. Y de paso, les entregaremos licencias exprés a las petroleras, que cuando ya tengan un pozo convencional podrán, casi automáticamente, hacer exploración no convencional. Le pregunté a ese mismo ministro, antes de que aprobaran el nuevo decreto de licencias, si eso no le preocupaba, y me dijo que lo planteado en el borrador se corregiría y que para ese y otros puntos habría un debate abierto. Días después engavetaron el texto, lo firmó el presidente, quedó sin mayores correcciones y sin tener en cuenta las observaciones de expertos, no sólo de los “ambientalistas extremos”, como fueron calificados hace poco, sino de la Sociedad de Ingenieros de Colombia, entre otros.

Seguramente hay que hacer fracking y era clave evaluar la eficacia de las licencias ambientales, pero hubiera sido loable plantearlo con honestidad y sin afán. Lo que nos sirve es un debate tolerante sobre el país que queremos, porque la agresión y el irrespeto entierran cualquier argumentación posible. ¿Qué tal si aprendemos un poco de los australianos?

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