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De Ayotzinapa a 'Charlie Hebdo'

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Claudia Morales
09 de enero de 2015 - 02:16 a. m.
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Mientras muchas familias celebraban la Nochebuena en el Distrito Federal de México, donde me encontraba pasando mis vacaciones, frente a la residencia oficial de Los Pinos, donde vive el presidente Enrique Peña Nieto, estaban los seres queridos de los 43 desaparecidos de la Escuela Normal de Ayotzinapa reclamando justicia por sus muchachos.

El lunes siguiente, 29 de diciembre de 2014, y el lunes que acaba de pasar, 5 de enero, Proceso, la principal revista mexicana de análisis, tuvo en su portada la que podría ser otra historia de impunidad. Con los títulos de “La pesadilla”, y “Las huellas del Ejército en el caso Ayotzinapa”, las investigaciones que allí detallan ponen los pelos de punta porque demuestran sin ambigüedades que en la desaparición están involucrados los militares, la policía federal, la policía municipal, funcionarios y exfuncionarios del estado de Guerrero, y que hay una intención del gobierno de ese país y de la Procuraduría General de la República por encubrir a varios de los implicados.

Han pasado tres meses y 14 días desde que los 43 estudiantes fueron atacados y secuestrados por la policía de Iguala. Desde entonces, en una buena parte de las poblaciones y grandes ciudades de México hay marchas y manifestaciones de repudio. Algunos dan por muertos a los estudiantes, pero sus familias insisten en que hombres del Ejército los tienen y que están vivos.

El director del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, Francisco Toledo, un hombre recio y con una voz autorizada, dijo en el periódico El Universal algo que resume la situación: “Uno no olvida cuando mueren sus familiares, y cuando mueren de forma dramática, todavía el recuerdo es más persistente. Esos muchachos ya son como nuestra familia”. Vivos o muertos, lo cierto es que Peña Nieto no encontró la contundencia que requería un caso tan escabroso como el de Ayotzinapa, y si de él dependiera, como lo dijo en su momento, lo ideal sería pasar la página y seguir adelante.

Pensé en eso, y en todo lo que vi en ese país que también está lleno de cosas maravillosas, y concluí que lo peor que podría pasarle a México es que sus ciudadanos echen al olvido a esos estudiantes y que dejen solos y como únicos dolientes a sus familiares y amigos, tal y como hemos hecho aquí en Colombia con los falsos positivos y toda serie de masacres y crímenes que son parte de nuestra vergonzosa historia.

Estaba escribiendo esto y ocurrió la masacre de diez periodistas y caricaturistas del semanario Charlie Hebdo y dos policías. De una violencia asquerosa en la que confluyen tantos actores y factores que parece fantasía, como ocurre en México, pasamos a la distorsión de una religión como el Islam, que ha cobrado ya tantos muertos que nadie hoy debe tener la cuenta.

En 2012 su director, Stéphane Charbonnier, alias Charb, quien fue asesinado en el atentado, escribió: “He defendido el derecho de la publicación a mostrar las caricaturas de Mahoma. Si nos autocensuramos, el puñado de extremistas que se revuelven en el mundo y en Francia habría ganado”. Es posible pensar que ganaron porque lo mataron y a sus compañeros, pero yo sigo creyendo que, aunque algunos me tilden de idealista, se puede asesinar el cuerpo de muchos, pero el alma de la libertad no puede ceder ante los fanáticos. #YoSoyCharlie.

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