El sábado 14 de mayo se llevará a cabo en Pereira (Risaralda) el XVIII Congreso Colombiano de Medicina Nuclear. Entre varios aspectos, sus organizadores han decidido que será un encuentro que destacará el rol de la mujer en la ciencia y habrá un espacio para que los participantes entren al mundo de la literatura que privilegia a la mujer como protagonista de las narraciones.
Larga ha sido la lucha por hacer respetar nuestro lugar en este mundo y mucho es lo que falta para lograr la equidad. Para valorar la fuerza de hoy, es necesario hacer memoria, por ejemplo, de lo que ocurría entre la Edad Media y el Renacimiento, cuando las mujeres que practicaban magia y gozaban la libertad eran calificadas en libros como Malleus Maleficarum, como brujas (por eso las torturaban y las mataban); por el hecho de ser mujeres se consideraban especialmente proclives a los engaños del demonio, porque eran “más crédulas, más propensas a la malignidad y embusteras por naturaleza”. No perdamos de vista que a principios del siglo XX, en su natal Varsovia, Marie Curie no pudo entrar a la universidad porque no estaba permitido para las mujeres y aun así, inmersa en una sociedad machista y antisemita, logró ganar el Premio Nobel de Física y de Química.
Curie hubiera sido muy feliz en el encuentro de Pereira. Y, seguro, muchos hombres a su lado sí hubieran aplaudido sus logros.
El espacio de esta columna no me permite dar el crédito a todas las mujeres que desde distintos campos del saber han contribuido con el desarrollo y la evolución. Sin embargo, intentaré contarles de la forma más resumida sobre una investigación hecha por mujeres que descubrí en la Feria Internacional del Libro de Bogotá: Científicas en Colombia: una brecha que no da tregua, de la Universidad Industrial de Santander (UIS). Sus autoras son las economistas Claudia Patricia Cote, Alexandra Cortés y Carolina Romero, y la trabajadora social y pedagoga Martha Ligia Peña.
Una conclusión devastadora del trabajo de la UIS: “En cuanto a la relación entre género y ciencia, hasta 2020 en Colombia no se han diseñado políticas públicas específicas en el tema. Pese a los estudios que demuestran la inequidad en el campo científico, en el país el avance ha sido lento: los programas propuestos son de iniciativa privada y aún no se ha instituido ninguna política pública de género y ciencia”. Más claro no puede ser: “La historia nos ha demostrado que en las actividades de investigación y desarrollo científico las mujeres siempre han estado infrarrepresentadas”.
El estudio de las cuatro investigadoras revela datos sobre la segregación en el campo de la ciencia, los micromachismos en los centros de investigación, las brechas sociales, la maternidad y las responsabilidades familiares, entre muchos otros detalles. Cote, Cortés, Romero y Peña proponen que las leyes que existen sobre equidad de género pasen de la teoría a la práctica y también dejan 23 ideas para la construcción urgente de políticas públicas.
Ya no nos queman vivas como a las “brujas” y podemos ir a la universidad. Por eso empecé esta columna citando el congreso de médicos nucleares, porque, ante la realidad que tantas veces nos quiere quitar la esperanza, es clave para nuestra salud mental y supervivencia darles brillo a los gestos y acciones de quienes sí entienden la evolución del mundo y más aún cuando eso nos toca tan cerca a las mujeres. Por eso, además, cobra mayor relevancia el trabajo de las investigadoras de la UIS.
¿Hablan de esto los candidatos que quieren llegar a la silla de la Presidencia de la República?
* Periodista. @ClaMoralesM