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Desiguales, injustos y odiosos

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Claudia Morales
12 de febrero de 2021 - 03:00 a. m.
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Uno de los personajes que ordenan la agenda de algunos medios de comunicación “puso a pensar” al país —el que es como su finca, el país de un puñado de poderosos, el país que excluye— en el “odio de clases” (lo cual como concepto ya es desatinado), al decir que en Medellín eso no existe. Esto, a propósito del debate sobre Empresas Públicas de Medellín (EPM).

Algunos opinadores apoyaron esa idea con unos ejemplos que, al final, ratificaron que Colombia se odia desde siempre y que el odio sí tiene que ver con las clases sociales. Sin embargo, el ejercicio de fondo no se dio y es el de entender la evolución de las clases sociales que sí nos ha traído una profunda desigualdad. Así que quiero concentrarme ahí, en ese término que, además, lleva una profunda carga de injusticia.

Pensé en un ejemplo sobre la lucha de clases, también sobre el odio y la injusticia, no para hablar sobre Medellín, sino sobre el país que no se oye en las cabinas de radio ni es primera página de los periódicos, salvo si protagoniza una tragedia: las empleadas del servicio doméstico.

He estado haciendo entrevistas para contratar a una persona que ayude en nuestra casa con ese oficio y he encontrado lo siguiente: son mujeres humildes de Armenia y Circasia (Quindío), que no sabían que el servicio doméstico debe ser remunerado con un salario mínimo legal vigente y que es obligación del empleador pagar cesantías, vacaciones, caja de compensación y aportes para la salud, pensión y riesgos laborales. Cuando les hablé de la planilla de seguridad social, ninguna entendió qué era eso. Menos estaban enteradas de que la Ley 1788 de 2016 obliga al pago de la prima de servicios en junio y en diciembre.

Las mujeres entrevistadas son mayores de 40 años, han trabajado entre 12 y 20 años en el servicio doméstico y nunca han hecho sus aportes para la pensión. Todas reciben lo que los patrones tienen a bien darles, más “el cariño” por sus días consagrados a ellos. Para mí eso no es más que un comportamiento odioso e injusto disfrazado de afecto, que explícitamente explota al más débil y profundiza la desigualdad.

La señora que durante 11 años trabajó con nosotros, hasta diciembre del año pasado, me contó al final de 2019 que a su hija le habían hecho una oferta laboral: una mujer adinerada de Córdoba le iba a pagar $300.000 al mes por trabajar como interna cuidando un bebé. Le explicó que eso era más que suficiente porque le daría techo y comida. Debo decir que por cuenta mía se echó por la borda ese abuso.

El odio, tan bien usado para manipular masas y tapar las realidades provocadas por los odiadores, no debería esconder el trasfondo de una lucha opacada por los más favorecidos y tampoco debería perpetuar la incomprensión del origen de nuestros problemas. Colombia es el país de quienes acumulan riqueza y pueden oprimir a un pueblo formado por, entre tantos y tantas, las empleadas del servicio doméstico, a quienes muchos preferirían llamar criadas o sirvientas.

Estamos en mora de exigir un debate amplio con gente que sí sepa de lo que habla, no con politiqueros arribistas ni medios que hagan eco sin chistar, sobre el país que queremos, el que necesitamos. Y ese debate no puede excluir las explicaciones sobre la desigualdad y la injusticia que eso supone y tampoco a los odiosos a los que les conviene distraer la realidad.

@ClaMoralesM

* Periodista.

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Arturo(82083)13 de febrero de 2021 - 02:09 a. m.
Si cree que hizo bien al"abortar"el abuso contra la hija de su ex empleada es de suponer que, consecuentemente, comenzo a pagarle 300.000 mensuales mas techo y comida para que pudiera rechazar la injusta propuesta. Es muy comodo reclamar y practicar justicia y dignidad en cuerpo ajeno, o cuando nuestro status social nos lo permite. Para millones de personas, rechazarla significa hambre y miseria
  • María(60274)13 de febrero de 2021 - 02:58 a. m.
    De eso se aprovechan los empresarios para explotar a sus empleados con miserables salarios mínimos cuando todo lo venden carísimo, cuando hasta a la comida básica quieren ponerle IVA. Ojalá el gobierno se pusiera los pantalones de la gente de abajo y no los smoking de banqueros y empresarios, para beneficiar a quienes lo necesitan y no para enriquecer a un más a los que les sobra.
mario(o6m1m)12 de febrero de 2021 - 11:53 p. m.
"Uno de los personajes que ordenan la agenda de algunos medios de comunicación “puso a pensar” al país —el que es como su finca, el país de un puñado de poderosos..." Ninguno de los foristas ha sabido leer entre lineas el concepto que tienes del personaje que nos omitido en la historia de tu vida... ya los sospechábamos
  • María(60274)13 de febrero de 2021 - 02:59 a. m.
    Se sabía que era a matarife, el "él" de su violación.
Jose(46118)12 de febrero de 2021 - 03:33 p. m.
Doña Claudia Usted fue una periodista con mucha credibilidad y respeto. Pero cuando salió con el cuento que la avían violado y dejo ese cuento faltándole mas de un pedazo. Perdió toda Credibilidad y seriedad en sus apreciaciones y comentarios.
  • María(60274)13 de febrero de 2021 - 03:02 a. m.
    "avían"? jajajajajaja. No perdió credibilidad, nos hizo pensar lo peligroso que es "él" el matarife.
Carlos(3643)12 de febrero de 2021 - 03:28 p. m.
Tristemente respetada Claudia, ustedes los periodistas honestos e íntegros son la conciencia moral de un pueblo adormecido por la flauta de los Hamelines( llámense políticos) , y a quienes no les interesa que su pueblo evolucione. Solo les importa llenarse el buche a punta de corrupcion .
william(51538)12 de febrero de 2021 - 03:21 p. m.
Una columna como para enmarcar la suya, señora Claudia, y aunque en algún momento cuestioné su cautela y, si se quiere, su cobardía al no denunciar con nombre propio al miserable que la abusó, después de lo sucedido en la CSJ con ese delincuente abusador, la comprendo y me solidarizo con usted. Solo me asalta una duda: ¿Cómo una dama de su categoría pudo estar al servicio de semejante criminal?
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