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El duelo

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Claudia Morales
28 de enero de 2022 - 05:30 a. m.
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Colombia es un país en duelo. Y es crónico. Vive con un dolor ignorado. Quien sufre también enfrenta la negligencia y la incomprensión. Es un país condenado por la ausencia de compasión.

En Colombia hay una precandidata a la Presidencia de la República que estuvo seis años y cuatro meses secuestrada por las Farc, un precandidato al que los narcos le asesinaron a su papá, un precandidato exguerrillero que sufrió torturas por parte del ejército y luego vivió en el exilio, un precandidato sobreviviente de un cáncer, otra precandidata que ha sufrido la discriminación por su origen y raza, y pide cuentas por los líderes de paz asesinados.

Cuando varios de ellos mencionaron sus dolores y recuerdos durante el debate en medios el pasado 25 de enero, la respuesta fue la risa de una parte del público. Risas y burlas. Ser víctima en Colombia significa cargar con un morral de sufrimiento convertido en ladrillos que laceran la piel y, también, tener que lidiar con la mezquindad de quienes justifican su ausencia de humanidad en sus preferencias políticas y religiosas.

En Colombia no entendemos que es con la enfermedad y con la muerte cuando más nos parecemos porque ningún estrato social, color de piel, religión, ni partido político nos salva del dolor que es universal. La muerte, sin discriminar si es esperada por un padecimiento prolongado o si llega por la violencia, un accidente o un suicidio, produce una pena “que no es diáfana; es sólida, opresiva, una cosa opaca. Pesa más por las mañanas, después de dormir: un corazón plomizo, una realidad terca que se niega a moverse”, escribió Chimamanda Ngozi Adichie en su ensayo Sobre el duelo.

Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, sostuvo antier: “Ese dolor tan profundo de las víctimas, ese sufrimiento tan hondo, ese grito de dignidad, ese reclamo no ha sacudido a la sociedad colombiana. No hemos sentido ese dolor de país”. Un resumen de 60 años de conflicto armado que debería darnos vergüenza.

Lo que dice el padre De Roux ocurre también en la cotidianidad de los hogares que no sufren la violencia de la guerra, pero sí el dolor por la muerte (con más regularidad como consecuencia de la pandemia). Nuestros entornos no abrazan con compasión a quien sufre una pérdida, muchos conocidos y amigos no saben oír al dolido, comparan, juzgan, lo marginan rápidamente. Los niños no expresan condolencias, los papás no se percatan de eso, en los colegios no hablan del duelo.

Yo enterré a mi hermano hace 20 años, a mi mamá hace 12 años y a mi papá hace 20 días.

Yo entierro.

Tú entierras.

Él entierra.

Nosotros enterramos.

Ellos entierran.

Conjugamos en presente, en pasado y en futuro el verbo que lleva el cuerpo bajo la tierra y aun así no reconocemos el duelo perpetuo. Si no fuera un simple mito, Colombia sería el avestruz que entierra la cabeza para escapar de lo importante.

132.737 personas han fallecido por COVID-19 en Colombia, 72.300 fueron forzadas a abandonar sus hogares y a desplazarse entre enero y noviembre de 2021, 145 líderes sociales fueron asesinados el mismo año, cada 30 minutos una mujer es víctima de violencia sexual: el duelo crónico.

Políticos, empresarios, candidatos, profesores, padres de familia: hagamos algo urgente para reconocernos en el duelo y hagamos una firme promesa para no cantar en coro con un público como el que se burló de las tragedias de los candidatos. Tal vez desde las pequeñas acciones podamos transformar pequeños universos.

*Periodista. @ClaMoralesM

Conoce más

 

HELBERT(40077)29 de enero de 2022 - 02:31 p. m.
Trata de meternos en el túnel de la desdicha. Afortunadamente estas columnas las leemos pocas personas porqué masificadas pueden llevar a la depresión colectiva. Para bien del país, la gente no se deja subyugar por los males, ciertos, y sigue adelante con sonrisas, fiestas familiares, festivales colectivos a granel: Barranquilla, negros y blancos en Pasto, Feria de Cali, Feria de Manizales, y mil
  • HELBERT(40077)29 de enero de 2022 - 02:34 p. m.
    Fiestas en cada pueblo de Colombia. Se sufre, si, pero se goza y se trabaja, cuando se puede, y siempre siempre hay fiesta. Es eso malo? Claro que no. Es la catarsis. Pueblo este de Colombia muy diferente.
Hernando(58851)29 de enero de 2022 - 12:07 a. m.
No estoy de acuerdo con la inculpación que se hace: todos los colombianos somos insensibles? No se puede llorar por pecados o crímenes ajenos. Además cuántas personas disponen de tiempo, dinero, aptitud física para prestar ayuda en alguna emergencia como las que se enumeran en la columna? Esa solidaridad debe partir, en primer instancia, de quienes tienen la obligación de ley.
JOSE(25932)28 de enero de 2022 - 11:46 p. m.
He estado en medio de la confrontaciòn , donde las balas me zumbaban ,la explosiòn de un cilindro bomba destruyò el ventanal de mi cuarto, fui amenazado por políticos corruptos que denunciè, la guerilla tambìen por cantarles la verdad, los paramilitares igual por defender los derechos campesinos, etc. El dìa que manifestè ser vìctima, algunos se burlaron de mi por el solo hecho de estar vivo. ?
ANA(11609)28 de enero de 2022 - 11:17 p. m.
De acuerdo, señora Claudia. El odio que padecemos es visceral. Si quien sufre es nuestro enemigo (debería ser adversario) nos solazamos en su dolor. Que vergüenza, que dolor.
María(60274)28 de enero de 2022 - 09:29 p. m.
Pero el dolor es peor si es pobre.
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