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Durante años hemos vendido la idea de que Colombia está llena de agua, que ese recurso nunca nos faltará y que somos un país apetecido ante la escasez en otros lugares del mundo. Somos perfectos para vender mitos y también para vivir de ellos.
Que tenemos mares, ríos, quebradas y humedales nadie lo discute, allí están en los mapas de nuestra geografía. Pero que los hemos venido acabando y que se están secando también es una realidad. Cuando yo estaba pequeña vivía en un lugar cercano al río Magdalena y tengo en mi memoria unas aguas densas y a veces miedosas porque su caudal era fuerte y profundo. Hoy nos cuentan que hay tramos en los que se puede pasar de orilla a orilla caminando.
El Cauca, que vi hace pocas semanas, es otro río que sufre los embates del clima y de los abusos del hombre. El río Quindío, que surte de agua a Armenia y otras poblaciones, tiene un déficit de agua del 65 %. Los ríos Aguacatal, Pance y Meléndez en Cali tienen pasando pesares a los vallunos por la misma razón, como también son asombrosas y duras las imágenes de los ríos Manzanares en Magdalena, y Combeima en Tolima.
El déficit de lluvias en La Guajira es del 78 %, en Magdalena del 54 % y en Bogotá 44 %, y en todo el país existen más 300 municipios en riesgo de desabastecimiento. El fenómeno de El Niño es un hecho y lo viene advirtiendo el Gobierno hace meses. El viceministerio de Aguas y su jefe, el ministro Luis Felipe Henao, han trabajado en algunas políticas de adaptación y mitigación, pero ante la clara desconexión con los mandatarios locales y regionales que prefieren hacer campaña política desde sus puestos y no atender la emergencia, eso resulta un tanto inútil.
Henao, para esta columna, dijo: “Los municipios y las gobernaciones no se apropian de lo que está pasando en su territorio. No hay conciencia de prevenir sino de reaccionar cuando ya está la emergencia encima”. Cundinamarca, por ejemplo, dejó que la crisis por desabastecimiento de agua en Facatativá se saliera de las manos por pura negligencia de su alcalde, y en Armenia vimos al gerente de las empresas públicas diciendo que no hay de qué preocuparse a pesar de que ya está probado el alto riesgo. “Nosotros no necesitamos que vean ningún problema sino que activen todos los planes de emergencia para que no llegue el problema”, sostuvo el ministro.
Ahora, también hay que decir que el agua no se está acabando por culpa del fenómeno de El Niño. Como sociedad somos responsables porque despilfarramos el recurso y porque no cuidamos las fuentes hídricas, y a gran escala, todos los gobiernos han contribuido al desastre con la falta de políticas públicas para proteger el ecosistema. Pensemos también en la falta de regulación frente a la tala de árboles indiscriminada, las actividades agropecuarias y todo tipo de explotación de recursos naturales.
Somos nosotros quienes modificamos los elementos naturales y artificiales que nos rodean, eso es medio ambiente, no los cuentos fantasiosos del ministro de esa cartera para quien el origen de la crisis es El Niño. Colombia vive un problema estructural que tiene raíces en decenas de años de irresponsabilidad política y social. Ahorremos agua, pero también reclamemos buenos gobernantes locales, regionales y nacionales. Les apuesto que son pocos, por no decir que ninguno, los candidatos que para las elecciones de este mes incluyeron dentro de sus propuestas el tema medio ambiental.
Dejemos de vivir del mito.
* La autora es la subdirectora de La Luciérnaga. @ClaMoralesM
