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El reto de ser microempresario

Claudia Morales

19 de noviembre de 2021 - 12:30 a. m.

Mi mamá decía con frecuencia que yo no debía cometer el mismo “error” de ella: casarme embarazada a los 18 años, no estudiar una carrera profesional y no lograr un puesto en una buena compañía.

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Esa era (¿o es?) la idea de una vida exitosa.

Recuerdo que en mi entorno familiar no había debates sobre la idea de crear empresa, la creatividad o la cultura. Descubrí, por ejemplo, la seducción alrededor de los libros en la biblioteca de mi abuela materna, pero por curiosa y no porque alguien me dijera que allí, en esos lomos apretados en una estantería que llegaba hasta un techo muy alto, estaba el camino de mi sosiego y la conciencia de mi pequeñez frente al universo.

Le cumplí a mi mamá, que hace 12 años descansa de la Tierra: no me casé joven ni embarazada, fui a la universidad y trabajé en las mejores casas del periodismo de este país. Me casé a los 34 años y tuve a mi hija cuando quise. Y me daba terror pensar en hacer empresa. Si trabajo honradamente recibo mi sueldo mes a mes, pensaba entonces.

Pero se coló un sueño: crear una librería.

Así que hace cuatro años y medio renuncié al medio radial en el que trabajaba para concretar el tema. Mi papá, vivo aún, no celebró. Mi esposo, la luz brillante de mi vida, me alentó. Mi conciencia decía que tenía que ser capaz de espantar el miedo.

Esas memorias no exentas de melancolía volvieron ayer cuando la contadora me entregó un balance de Árbol de Libros, la librería que abrí con mi esposo en junio de 2018. Cada año tenía claros unos gastos; sin embargo, se me había pasado un análisis: el costo de tener una cuenta bancaria. Entre enero y septiembre de este año la suma de dinero de la librería que se quedó en Bancolombia fue de $9′711.000.

El banco cobró la comisión bancaria, IVA a la comisión, cuota de manejo, IVA a la cuota de manejo, gravamen al movimiento financiero, retención en la fuente y retención por Industria y Comercio. Un microempresario legalmente constituido debe pagar cada año el registro de la Cámara de Comercio y el ICA. El Estado mira cuánta plata entra a la librería y no le importa si sólo el 38 % es de los propietarios y el resto de las distribuidoras, porque es sobre el 100 % que cobra el impuesto de renta. Me vi obligada a pasar de régimen simple a común por unas ganancias que no quedan en mi bolsillo y tengo que pagar IVA por los honorarios de cada contrato que resulta al margen de la librería.

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Ese 38 % tiene que alcanzar para todos los impuestos, el salario de los empleados, su seguridad social, el internet, la energía, la administración y el arriendo si no fuera dueña del local.

Como microempresaria trabajo más que cuando era empleada y lo que explico en los párrafos anteriores es lo que recibo como recompensa. Me pregunto con regularidad por qué en Colombia todo es tan complejo, por qué el Estado es un monstruo tan inepto y por qué la corrupción es la reina nacional.

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Si usted quiere ser microempresario, sepa de una vez que los bancos le van a pedir al menos dos años de experiencia en el negocio que quiere emprender para soltarle un crédito que no lo reviente tanto. Tenga claro que su proyecto será viable en medio de una profunda soledad y solo si tiene el cuero para aguantar los totazos que llegan mientras alcanza un equilibrio financiero.

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Sostener en Colombia una pequeña empresa es un acto de resistencia y esperanza. Se vale soñar, pero bajando calculadamente de las nubes para que la caída sea menos estrepitosa.

@ClaMoralesM

*Periodista.

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